Oriente Próximo asiste a un alarmante recrudecimiento de las hostilidades cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) iniciaron nuevos ataques contra Gaza en la madrugada del domingo. Esta intensificación se produce tras la severa advertencia del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de una guerra prolongada y cruenta con Hamás.
Los últimos acontecimientos han provocado crecientes temores de un conflicto regional más amplio. Es significativo que Hezbolá, el grupo militante y partido político dominante en Líbano, haya entrado en el campo de batalla. Ha confirmado su responsabilidad en el lanzamiento de ataques contra tres objetivos concretos en la zona de las granjas de Shebaa, administrada por Israel. Este movimiento, según su declaración, es “en solidaridad” con Hamás.
El sábado, Hamás llevó a cabo una audaz ronda de ataques por tierra, mar y aire. Estos ataques, que tomaron desprevenido al sofisticado aparato de seguridad israelí, surgen en un contexto de tensiones latentes. El quid de la discordia tiene que ver con la polémica cuestión de la ocupación israelí y los consiguientes enfrentamientos en la mezquita de Al Aqsa. Este venerado lugar de Jerusalén ha sido un punto históricamente álgido, reclamado espiritualmente tanto por palestinos como por israelíes.
El coste humano de estos enfrentamientos sigue aumentando, lo que dibuja un panorama desolador. Según las últimas cifras facilitadas por las autoridades locales, el número de víctimas mortales en Israel ha alcanzado al menos los 250 muertos. Mientras tanto, Gaza registra una pérdida más significativa, con 313 víctimas mortales confirmadas.
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