Uber Cuba 0103

El cine Erie fue el gran taxi Uber de mi generación. 

Erie. Un cine de barrio, con piso de cemento y techo de lata, con ventiladores en lugar de aire acondicionado y aquel olor a pulcras maderas republicanas, a luz de acomodadoras, a sonido monocromático de alta fidelidad, y a una vida fuera de Cuba cargada de futuro, a la vertiginosa velocidad de 24 memorias por segundo.

Lo que pasara en la pantalla grande era justo lo que nos iba a pasar de grandes. Así viajábamos a lo largo y ancho y ajeno del mundo capitalista. De capital desarrollada a capital todavía más desarrollada. 

Por algún motivo, por algún efecto o defecto de exhibir aquellas películas importadas desde la Libertad hasta la Cuba cárcel, las imágenes tenían siempre un corrimiento hacia el azul. La Isla de nuestra infancia y adolescencia resultaba en la realidad mucho más policromática que el séptimo o el septuagésimo séptimo arte. Cuando no se conoce más nada, el castrismo es el mejor arcoíris. 

Ser adultos era, según creíamos entonces, dejar atrás todo ese abigarramiento de alegría atroz, y toda esa simultaneidad, y concentrarnos al cabo en existir en la frecuencia invisible de un solo color. Azul, azul como la oscuridad del cine Erie, medio siglo atrás. Azul, azul como el silencio de una escena donde él y ella se dan la mano en un primerísimo plano telefoteado, mientras la multitud anónima y ciertamente acubana se va yendo de foco alrededor.

No era necesario ir a otros cines, esos milagros remanentes en las áreas más céntricas de La Habana. Con el cine Erie nos bastaba y sobraba. No por gusto era, lo repito, el gran taxi Uber de nuestra generación, que eran todas las generaciones desde 1959 o 1902. 

El Erie era el inverosímil vehículo por excelencia para abrir las alas de la imaginación, aunque no tuviéramos la más remota idea de cómo echar a volar. El Erie como metáfora de un motorcito de cuerda que nos sembró en el alma las ganas de escapar hacia una sobrevida sin Cuba y sin los cubanos, cuando todavía estábamos a tiempo de sobrevivir a Cuba y a los cubanos.

Por supuesto, ahora es muy tarde ya. Hemos visto demasiado durante demasiado tiempo gastado por gusto, en todas las partes y a la misma vez. Hemos, también, esperado sin ver nada durante demasiado tiempo gastado por gusto en ninguna parte, al margen de un tiempo alienado, antinatural, anacrónico.

No nos queda más remedio que pisar el acelerador sin volver la vista atrás. El enemigo de los cubanos es el espejo retrovisor. Es mejor no darnos por enterados de lo que todos bien sabemos que nos pasó. 

Hoy Erie se escribe con minúsculas y es sinónimo de erial. Flotar por carreteras de nombres estrafalarios que, en definitiva, Google Maps traduce para nosotros de manera instantánea y con un acento neutral, neutralizado, neutralizante.

Es el Erie el espacio que hoy nos condena a la felicidad de un futuro artificial, efímero, enfermizo. Fueron sus películas de infancia las que nos traicionaron, no Fidel Castro ni sus matones del Ministerio del Interior.

Fue sólo que el capitalismo no era azul y Cuba tampoco era policromática. Fue, además que, a pesar de todo, no hay términos medios para los cubanos que quedamos: nadie se baña dos veces en la misma Revolución.




Uber Cuba 0102, Orlando Luis Pardo Lazo

Uber Cuba 0102

Orlando Luis Pardo Lazo

Hacía el amor como si de pronto se fuera a morir. Y lo sabía, Camilo de pronto se iba a morir: lo iban a morir. Él mismo se lo confesó a la veinteañera una madrugada especialmente silente…