Catherine Zuaznábar: “Yo quería volver a bailar en Cuba” (II)

Catherine Zuaznábar es una estrella. Lo es dentro de una tradición (el ballet) que jerarquiza y construye cuerpos subalternos. Es una estrella, pero no se siente como eso

Lo notamos en su sonrisa, sincera como pocas. Lo notamos en su conversación, sin poses. Lo notamos en el momento en que ella sale del camerino, con un vestido dorado escotado en la espalda y un ramo de girasoles entre las manos, y saluda, con un beso, a todos los que estamos afuera, reverenciándola. 

Catherine Zuaznábar rehúye la fama; quizá por eso no la encontramos en Instagram; quizá por eso hoy se considera “bailarina independiente”, sin una industria detrás, sin una máquina que le diga qué hacer. 

Catherine Zuaznábar recuerda sus mejores momentos junto a Maurice Béjart. Sus ojos, los de Maurice, le marcaron un camino. Hasta hoy. Hasta este lugar. El lugar de su felicidad.

Catherine, ¿cuáles fueron los mejores momentos para ti en el BNC? Bailaste mucho más con Béjart, pero ¿cómo recuerdas a la compañía cubana?

Las giras… Mi aprendizaje se lo debo a la Escuela Nacional de Ballet. No puedo decir que no tengo recuerdos con el Ballet Nacional de Cuba. Tengo lindos recuerdos con el BNC; pero mis más fuertes recuerdos los tengo con el Béjart Ballet Lausanne. Mi carrera no se marcó en Cuba.

¿Después del 97, cuando decidiste quedarte en Europa, cómo quedó tu relación con el BNC?

Yo me fui en el 97, como dices. Pero venía casi todos los años a Cuba, en diciembre. 

Venías a ver a tu familia…

Venía a ver a mi familia y nunca pasaba por el BNC. Internamente, sin darme cuenta, había un rechazo. Era inconsciente. Ahora me doy cuenta de que era rechazo. Tiene que ver con esas máscaras que nos ponemos. No decimos las cosas como son. Hay palabras que tenemos dentro y que no tenemos el valor de decir. 

¿En el BNC te hicieron daño de alguna manera?

Me conozco muy bien. Sé que ese rechazo estuvo.

En 2019 regresas a los salones de Calzada, al BNC. ¿Por qué?

Porque me llamaron.

¿Quién te llamó? ¿Viengsay Valdés?

Sí.

¿Has visto recientemente al BNC?

Lo vi en el 2019.

¿Y qué te pareció en comparación con lo que dejaste?

Técnicamente lo encontré bien.  

[Abel Rojo] ¿Cómo se sienten tus hijos al verte regresar a la escena?

No me malinterpretes por esto que voy a decir. Cuando tenemos niños, decimos: “Tenemos que hacer todo por ellos”. Y eso significa estar siempre con ellos: estar en la casa, hacerles la comida, llevarlos a la escuela… Todo lo que hace a una mujer un ama de casa. Para mí eso es una creencia limitante. 

Cuando un niño ve a su mamá feliz, él también está feliz. Es eso. Me ocupo de ellos, pero también me ocupo de mí. Es importante ocuparse de uno. No es egoísmo. Es así. Pero es así de hace un tiempo para acá. Catherine Zuaznábar se había olvidado de ella misma.

Más allá de su innegable recorrido como maestro de danza, ¿qué te enseñó Béjart?

Me enseñó a ser yo misma. Béjart te daba esa libertad: ser tú misma en escena. No te imponía nada. Claro, cuando no le gustaba algo decía “stop”, pero no te decía “lo tienes que hacer así”. Él te dejaba la libertad de ser tú. Eso es lo lindo. Para mí, el Béjart Ballet Lausanne ya no es el mismo. Lo ves y parece un cuerpo de baile. Los bailarines no se identifican. Ya Béjart no está.

¿Sigues entrenándote todos los días?

Sí.

¿Con ballet?

Sí, con Olga Evreinoff, por videos. 

[Abel Rojo] Puedo recordar el momento, el lugar donde lo supe. Recuerdo, incluso, lo que estaba haciendo en ese momento, cuando me dijeron que Marice Béjart había muerto. ¿Me gustaría saber cómo fue para ti?

Ya Maurice estaba enfermo. En un ensayo hubo que reanimarlo. Se iba. Ya estábamos listos. Él quería hacer una nueva obra: La vuelta al mundo en ochenta días. La estaba creando. Maurice había creado tanto que a veces seleccionaba fragmentos de unas piezas y los colocaba en otras. 

[Abel Rojo] Se reciclaba…

Sí. Eso fue lo que tuvo que hacer con La vuelta al mundo en ochenta días. Maurice no podía avanzar.

Recuerdo que estaba en el hospital. Lo fuimos a ver. Es el último recuerdo que tengo de él. Los primeros bailarines tuvimos la oportunidad de decirle adiós. Íbamos a verlo entre dos y tres bailarines. Cuando me tocó, recuerdo que me cogió la mano. 

Siempre tuve con Maurice un contacto muy visual. En el hospital, cuando le miré a los ojos, lo entendí todo. Me cogió la mano, me miró a los ojos y lo entendí todo. Lo sentí todo.

Días después llegué al estudio y me dijeron que había muerto. Di un grito enorme. 

Antes de venir a hacer esta entrevista estuve buscando en Internet información sobre ti. Ciertamente no encontré mucha, no tanta como sobre otros bailarines. No estás en las redes sociales. Eres una estrella, para decirlo rápido. Aunque la rapidez aquí no tiene sentido. ¿Pero tienes algún problema con el estrellato?

Las redes sociales nunca me interesaron. Entré en el 2016, cuando empecé a trabajar con el Stretching Postural y quise hacer un poco de publicidad. Me di cuenta de que no me daba ninguna publicidad, pero me quedé ahí. Luego me quité de las redes sociales porque no me gusta publicitarme a mí misma. Soy muy espiritual y cuando lo hago me siento extraña. No entiendo el porqué. Entiendo que son espacios muy tóxicos. 

¿Por qué no te gusta ser famosa?

No es que no me guste. Creo que para ser famosa no hay que estar en las redes sociales. Hay tanto en las redes sociales que a veces las cosas más importantes se borran. No me identifico con ser famosa. 

[Abel Rojo] No es algo en lo que estás pensando. Es algo que sucede externo a ti. 

Sí.

Te lo pregunto también porque el ballet es una tradición que crea figuras estrellas y que construye capas o alturas dentro de una comunidad de personas…

Hay demasiado narcisismo. Postear todos los días algo, para mí es demasiado narcisista, innecesario. También soy muy reservada con mi vida familiar. 

¿Después de Sacre, la pieza que bailaste en Cuba, qué piensas hacer?

Bailarlo más. Sacre es una pieza bella. Mi objetivo es llevarla a Europa. No te puedo decir cuánto voy a bailar porque no lo sé. Mientras mi cuerpo me lo permita, lo haré.




© Imagen de portada: Catherine Zuaznábar durante un ensayo de ‘Sacre’ en Morges, Suiza. (Foto: Ernst Rudin).




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Catherine Zuaznábar: “Yo quería volver a bailar en Cuba” (I)

Edgar Ariel

“A veces los bailarines se exigen demostrar que son buenos. Esa etapa para mí ya pasó. He estado en grandes compañías. He bailado obras de grandes coreógrafos”.






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