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A mis niñas muertas

Quemaduras de rostro, muerte a machetazos, violaciones que terminan en asfixia… Y cualquiera puede comentar: “que rica estás, princesa” en la foto de una adolescente fallecida.

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Derecha, siempre izquierda - Rafael Almanza

Derecha, siempre izquierda

Aquella ilusión de que las libertades producen necesariamente objetividad en el pueblo, o por lo menos en la clase intelectual, ya no me anima a escribir para Hypermedia Magazine. A fuerza de leer noticias me siento confundido, mareado. Especialmente ese asunto de la izquierda y la derecha.

Un proyecto político no es un post de Facebook - Tania Bruguera

Un proyecto político no es un post de Facebook

¿Quiénes queremos ser? ¿Cuáles son los parámetros éticos que nos guían? ¿Qué vamos a hacer con el poder que nos da la visibilidad en las redes sociales? ¿Cómo somos diferentes de aquello que criticamos? Nada de esto está claro hoy. Pasó antes en otras partes. Nos pasa ahora a nosotros, en un contexto globalizado, de fake news e influencers.

Perdí el Ángel - Julio Llópiz-Casal

Perdí el Ángel

A mí la Revolución me volvió loco. Aquello me pareció una película de acción: gente que bajó de la Sierra y eran como los cowboys pero vestidos de verde olivo, con collares de caracoles y armas largas en vez de revólveres. Para mí era indiscutible que venían a traer justicia a esta tierra”.

José Bedia

José Bedia: “Los curadores quieren pasar como los verdaderos artistas”

“Yo ya estaba exiliado mentalmente antes de irme de Cuba, aunque nadie se enterara. Esto sucedió, paradójicamente, encontrándome fuera de Cuba: en Angola, en 1985. La decisión se produjo después de que impedí, a punta de fusil, que los compañeros de mi camión violaran a una mujer local enfrente de sus tres hijos”.

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José Rodríguez Feo o el anillo de Drácula

En la biblioteca de la UNEAC, detrás de una mesa, estaba su director: José Rodríguez Feo. El rostro medio sombrío, la mirada desafiante. Nos saludamos y me invitó a mirar los anaqueles. Allí no había nada de Jane Austen. Se lo dije y me observó de arriba a abajo, con perplejidad. “Lo que hizo pobremente Jane Austen lo perfeccionó Henry James con una gracia total: lea a James”, dictaminó sin levantarse.