El “macrofraude”

Durante los años posteriores a su enfermedad, Fidel Castro ocupó un gran espacio de los medios de difusióndiariamente con una sección llamada «Reflexiones». Era como adueñarse de todas las causas justas de la vida, de la humanidad y juzgar todo y a todos como si fuera una gran conciencia suprema que dice a todos lo que tienen que pensar sobre cada acontecimiento, sobre cada hecho histórico y cada actuación. Pero siempre tocado por una justificación de sí mismo o un intento de tener un rol en acontecimientos que no estaban a su alcance o en los que ya no contaba. 

Ha sido como una prolongación de su presencia. Pero también generó una gran confusión, especulación de si, en medio de su deterioro general, era capaz de escribir textos tan largos, a veces caóticos en su contenido, con temas que podían empezar hablando del Imperio Romano y podían terminar con el mundial de fútbol o con el cambio climático. Era como mantener una presencia dando la idea de que mandaba y no gobernaba, y se generaban también múltiples especulaciones. 

Tal como en los discursos de cuatro o cinco horas y en comparecencias de televisión, podía decir lo que quisiera durante el tiempo o extensión que quisiera sin nada que lo limitara, pues disponía para sí de todos los medios de difusión y un estado lacayo con todos sus recursos. Sus reflexiones eran leídas en el programa mal llamado «Mesa Redonda», que él mismo fundó y dirigió́ hasta que pudo. 

Es como la sustitución del minuto de odio del Gran Hermano en 1984, de George Orwell, por varias horas de odio y mentira, que si no hace más daño es porque la mayoría del pueblo no lo ve. Aún continúa este programa como arteria principal del sistema de mentiras del régimen, de coacción a través de los medios y de condicionamiento de las conciencias, negándoles, mientras tanto, fuentes alternativas de información y opinión. A este se suma el programa enfermizo de manipulación y odio del señor Walter Martínez llamado «Dossier», trasmitido en el espacio noticioso «Lo mejor de Tele Sur», que es la intervención chavista en los medios cubanos. 

Uno de sus temas favoritos era Obama. Obama despertó́ gran simpatía en Cuba entre los negros y blancos y no podía ser acusado de reaccionario o racista. Gran problema. Entonces, Fidel Castro se convirtió́ en su consejero público, en su crítico y en su obsesivo analista de cuanto decía y hacía. Parece que el tema númerouno y más importante para Cuba es el estado de ánimo, las palabras y la salvación del alma de Obama y no la propia vida del pueblo cubano. 

Todos los días la televisión comenzaba su noticiero, los programas de radio y la prensa con una o dos páginas de las reflexiones del compañero Fidel ante la necesidad de mantener la imagen viva de Fidel Castro con juegos especulativos de su enfermedad, nunca como información al pueblo de su estado de salud. 

Si varias veces estuvo mal o cuántas de esas veces echaron dentro o fuera de Cuba a rodar la bola de su muerte o su inminente muerte, el caso es que mantenía al pueblo de Cuba expectante y al mundo lleno de conjeturas, y después reaparecía con el consiguiente entusiasmo de sus adeptos (no moriría y su salud es de hierro) y la decepción de los que ponían su esperanza en la muerte del viejo. Mientras, se desarrollaba y todavía se desarrolla la siguiente especulación: Raúl quiere cambios, pero Fidel no le deja.

En la Iglesia, en el cuerpo diplomático, en el exilio, la prensa extranjera, los medios intelectuales se encargaban de construir una teoría o una perspectiva sobre la supuesta voluntad de cambios y apertura de Raúl, con debates y conjeturas que entretenían a todos con cambios falsos. 

Mientras tanto, ni Raúl Castro ni nadie entendían nada, o había mucho que decir sobre los cambios y no había compromiso. Con solo una frase echada a rodar, o con la conjetura de que Raúl o alguien la habíadicho, ya bastaba para que esos círculos mencionados generaran un verdadero mundo de especulación y de proyecciones de cambio, mientras el propio régimen se echaba fresco manteniendo el totalitarismo real a toda máquina.

Llegamos a la conclusión de que es una estrategia para el régimen y es también una teoría de la justificaciónque usan poderes, instituciones y gobiernos para tomar distancia de actitudes comprometidas con los derechos humanos y con la solidaridad con el pueblo cubano. En todo caso, esos son los hechos.

Teorías como que el pueblo de Cuba no está preparado para el cambio, que es mejor una evolución donde siempre el protagonista sea el régimen y el pueblo no tenga ni siquiera derecho a saber lo que pasará al díasiguiente, son una forma de exclusión que tiene mucho acompañamiento.

También las comparaciones con Latinoamérica: el mundo se está acabando y en Cuba no hay drogas ni hambre ni violencia, es mejor estar así́ y no como en Colombia o Afganistán. Miren los pobres checos, rusos y polacos y lo que pasó en Yugoslavia.

Socialismo o Muerte llevaba también la coacción, la represión y la amenaza nada velada, casa por casa, barrio por barrio, escuela por escuela y trabajo por trabajo, de que no hay tolerancia ninguna para los que demanden el cambio. Y aparte, para los que lo demandan abiertamente, como el MCL y otros en la oposición, el mensaje es: «estamos dispuesto a matar»[1], y ahí́ están los actos de repudio con cabillas y palos en las manos. Actos preparados.

Una vez, una personalidad de la Iglesia me comentó: Raúl Castro dijo a fulano «que quería cambios pero que los dinosaurios no lo dejan». Eso lo escuché entre periodistas, en toda la Iglesia, entre diplomáticos y hasta algunos desde el exilio lo decían, así́ como personalidades extranjeras que visitaban Cuba. Muy cómodo que el jefe de los dinosaurios se quite toda la responsabilidad. 

Lo alienante era cómo con esto se tranquilizaban todas las conciencias y se neutralizaba toda actitud de exigencia de cambios reales, de un diálogo verdadero y se ponía a todos en un compás de espera. Una droga podemos decir que deseada para evitar el enfrentamiento, la exigencia o cualquier confrontación o tensióncon el régimen. Una verdadera racionalización en términos freudianos, aunque con la característica de que creo que es muy consciente. Esto no es extensible al pueblo, que no cree en esas especulaciones aunque les llegan pero simplemente se deprime. La conclusión, una vez más, es no hay nada que hacer o mejor no hagas nada que Raúl, el pobre, quiere pero no puede.

Aparece, también, finalmente, toda una doctrina: después de tener al pueblo los últimos años en espera, primero a que muera Fidel, después a que se recupere, más tarde a que se desconecte totalmente del poder sin saberse quién gobernaba realmente, luego a que Raúl Castro tomara formalmente el poder número uno, es decir, se sentara en el trono con su corte de generales, a continuación hay que esperar al Congreso del Partido, y en el propio Congreso del Partido se anuncia que habrá́ que aguardar a una Conferencia del Partido para enero del 2012. 

Lo indignante, humillante y alienante es que en cada caso surgen muchos factores reforzando pública o veladamente este compás de espera, sustituyendo la esperanza por la sumisión. Pero definitivamente aquí́ está la doctrina: una gran especulación de prensa extranjera y otros medios sobre los «cambios». La mentalidad reaccionaria y el juego de insulto a la inteligencia de los cubanos se hacen notables. Por una parte se habla de cambios y, cuando se pregunta cuáles son, se resume a esto: ahora se permiten cafeterías, paladares familiares, vender discos, hacer todo tipo de trabajo personal y tener una licencia para botear, es decir, alquilar autos.

El razonamiento era este: si Pinochet permitía o no el trabajo por cuenta propia, y en Sudáfrica también, y si con esto ya era suficiente para decirle a los chilenos y sudafricanos: «miren ya tienen bastante». Es como un racismo, como un desprecio contra el pueblo de Cuba llamar cambios a estas migajas pírricas, sin derechos.

Lo peor es que no hay perspectivas y que todos los factores callan cuando se habla de este tema. Porque el propio Raúl Castro, la doctrina del Partido, su Congreso, la Seguridad del Estado, el sindicato único y oficial, las escuelas en las que se adoctrina a los estudiantes ya docentes, solo hablan de perfeccionar el socialismo y con el mismo lenguaje polpotino o estalinista. Otros, los que se encargan de mantener viva la especulación, de que hay perspectivas de apertura, o los que le llaman apertura a que algún pobre pueda vender discos en la calle. Porque el gobierno, el régimen y su propaganda, no hablan ni de apertura ni de cambios políticos ni de cambios económicos que signifiquen libertad de los cubanos para tener empresas u otras libertades.

Pero si durante estos años la teoría de este ejército de especuladores, interesados en sostener la expectativa en el régimen, era que habría cambios poco a poco y que inclusive esto traería los cambios políticos, hoy ya hay una doctrina como que el pueblo debe tener comprensión[2]. Se refuerza cada vez más la idea de que estos son los cambios que ya comenzaron y se asume implícitamente. Muy a menudo y expresamente escuchamos que no hacen falta los derechos. Se insulta al pueblo de Cuba diciendo que no le interesan los derechos sino vivir mejor. Eso está a todos los niveles en los sectores antes mencionados. Es decir, que los derechos son para otros pueblos y otras sociedades. Nosotros decimos: ¿por qué no los derechos?

Pero lo que hay detrás es un pragmatismo del sometimiento a las reglas del juego del régimen a su terror, a su ceguera y esto es a su vez una ceguera, que puede traer la tragedia después del sufrimiento de cinco décadas.

Unos nos dicen rupturistas, algunos nos dicen que prefieren el diálogo y no la confrontación (como dijeron a Aznar), otros que prefieren la gestión y no la denuncia. Mientras, los trabajadores se someten y callan, los estudiantes y vecinos, también.

Esta teoría ya no es teoría, es una doctrina que se aplica y se impone desde fuera del régimen pero muy acoplada con sus necesidades estratégicas de adormecer y ganar tiempo, de engañar y silenciar mientras, por otra parte, el régimen mantiene su discurso, su política, sus planteamientos ideológicos inmovilistas sobre todo, su intolerancia y su represión real, desde la coacción en los centros de trabajo hasta los actos de repudio, las golpizas, las expulsiones y encarcelamientos a quienes se manifiestan o proponen movilizaciones cívicas donde el reclamo son los derechos, como el Proyecto Varela y el Proyecto Heredia.

Pero hay una componente a la que llamaremos del «intrarrégimen». Es un sistema de retroalimentación; por una parte, la mayoría de los cubanos quieren cambios, inclusive se sabe que muchos de los que están en el régimen a alto nivel, militares y hasta miembros de los cuerpos represivos, pero no son factores de cambio porque se someten totalmente y son cómplices y actores de la represión y del funcionamiento del régimen, sin chistar o haciendo su papel mientras son parte beneficiada.Otra dimensión es que son al alto nivel no de gobierno, sino de pertenencia al clan de los oligarcas beneficiados del «capicastrismo».


© Imagen de portada: El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel; el presidente de Meliá, Gabriel Escarrer Juliá (segundo por la izquierda); y el primer ministro de Cuba, Manuel Marrero; durante la inauguración del Meliá International Varadero.


Notas:
[1] En los momentos en que concluía este libro, Oswaldo Payá moría en Cuba en un atentando de Estado, que también cobró la vida de su joven colaborador Harold Cepero, el domingo 22 de julio de 2012.
[2] Márquez, Orlando. «Un momento decisivo». En Palabra Nueva, no 212, noviembre 2011.


* Este texto forma parte del libro La noche no será eterna (Hypermedia, 2018) de Oswaldo Payá.




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Nuestra propia historia

Oswaldo Payá

La realidad es que en Cuba se ha mantenido un orden de no derecho que ha instalado una cultura del miedo y que, al mismo tiempo, ha jugado con las circunstancias internacionales a su favor y en contra de la libertad de los cubanos.






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