Fernando Botero, ilustre artista colombiano, fallece a los 91 años

Fernando Botero, célebre artista colombiano famoso por sus voluminosas y a veces caprichosas figuras, falleció hoy, 15 de septiembre, en un hospital de Mónaco, a los 91 años. Su lenguaje visual único, a menudo conocido como “boterismo”, mostraba figuras infladas y sensuales que añadían una dimensión caprichosa o satírica a su arte. A lo largo de su ilustre carrera, sus obras no sólo adornaron las galerías de arte más renombradas del mundo, sino también famosos bulevares y parques desde Nueva York a Tokio. 

Mauricio Vallejo, copropietario de la galería Art of the World de Houston, confirmó la muerte del artista, revelando que Botero padecía neumonía y la enfermedad de Parkinson. 


Legado y polémica

Las figuras de Botero, ya fueran sobre lienzo o fundidas en bronce, se convirtieron en una voz fundamental para atraer la atención mundial hacia el arte latinoamericano en la segunda mitad del siglo XX. Su irreverente retrato de la vida urbana colombiana mostraba la opulencia, la vanidad y la avaricia. Sin embargo, el arte de Botero no estuvo exento de desafíos. Aunque sus obras gozaron de una inmensa popularidad, alcanzando precios millonarios, también fueron objeto de escrutinio y rechazo, especialmente en la década de 1960, cuando algunos críticos las consideraron meros artificios.

Edward J. Sullivan, experto en arte contemporáneo latinoamericano de la Universidad de Nueva York, sugirió que la amplia aclamación de Botero desafiaba al establishment artístico convencional. En una sincera entrevista con Los Angeles Times, Botero expresó su creencia de que el arte debe comunicarse directamente con el espectador, afirmando: “Creo que un cuadro tiene que hablar directamente con el espectador, con la composición, el color y el diseño, sin un profesor que lo explique”.

La trayectoria del artista colombiano comenzó en Medellín en 1932. Tras pasar por dificultades iniciales, encontró su lugar cuando vivía en Ciudad de México, desarrollando lo que más tarde se convertiría en su estilo característico. Su arte, que combinaba el volumen con la sensualidad, era un movimiento deliberado para distanciarse de las tendencias modernas que, en su opinión, carecían de sustancia. Botero solía decir que su objetivo era “dar placer” al espectador más que escandalizarle.

El espíritu de la obra de Botero, alineado con el realismo mágico, establecía paralelismos con los escritos del escritor ganador del Premio Nobel Gabriel García Márquez, que también fue contemporáneo suyo.


Vida personal y arte político

A pesar de sus éxitos, Botero se enfrentó a tragedias personales, como la pérdida de su hijo Pedro en un accidente de coche, que le llevó a pintar uno de sus cuadros más conmovedores, un retrato de su difunto hijo.

Durante la agitación que asoló Colombia en las décadas de 1980 y 1990, las obras de Botero adquirieron una mayor carga política, representando escenas de los días oscuros del país, como la muerte del narcotraficante Pablo Escobar y la cruda realidad de los atentados con coche bomba y los secuestros.

En una sentida contribución a su patria, Botero donó en 2000 obras de arte valoradas en más de 100 millones de dólares, entre las que se incluyen sus propias obras y una colección de obras de artistas como Picasso y Dalí. Estas obras ocupan un lugar destacado en el Museo Botero de Bogotá y en el Museo de Antioquia de Medellín.

La plaza frente al museo de Medellín, bautizada con el nombre de Botero, es un testimonio del turbulento pasado de Colombia. Después de que un atentado terrorista destruyera una de sus esculturas en 1995, Botero donó una obra similar, “La Paloma de la Paz”, con la condición de que los restos de la obra destruida permanecieran en su lugar como un inquietante recordatorio de la historia de Colombia.

La muerte de Fernando Botero marca el final de una era, pero su profundo legado artístico seguirá inspirando y cautivando al público durante generaciones.





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