Obituario para una Muestra que murió joven

† Muestra Joven
abril, 2022


Fallece en La Habana la Muestra Joven [Q.E.P.D.] tras tres años de convalecencia en las oficias del Instituto de Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Ante su partida, queda un silencio que rogamos a los dolientes llenar con sus oraciones.

Su advenimiento al espacio cinematográfico en el año 2000 estuvo precedido por un cambio social: el auge del sector privado tras la crisis de la producción estatal. La depresión de la industria cinematográfica cubana movilizó a los realizadores hacia una producción alternativa, no industrial e independiente de los esquemas y planes de las productoras estatales. El cine había empezado a ahogarse; pero en el lugar del naufragio emergía el video, con un nuevo soporte que facilitaría el cambio productivo y la eclosión de una nueva generación de cineastas.

La Muestra Joven fue necesaria, no fue un embarazo precoz sino uno deseado y planificado. Antes de ella existían otros espacios de exhibición y reconocimiento social del audiovisual emergente, como el Festival CINEPLAZA o el Almacén de la Imagen; e incluso de exhibición y de ayuda a la producción, como el Movimiento Nacional de Video de Cuba. La Muestra los eclipsó a todos ellos, su publicidad fue mayor y mejor que la de sus padres. Los recursos con los que contó, palpables aún en su “merchandising de la seducción” —es decir, en la calidad de sus catálogos; en su periódico Bisiesto; en los pulóveres impresos con sus logos, las tarjetas de invitación, los cócteles y celebraciones, los espacios físicos donde se promovió (cines y oficinas)—, opacaron incluso festivales de prestigio institucional, como el Premio Caracol de la UNEAC. Este esplendo fue posible gracias a la importancia que le concedió el ICAIC a la Muestra y al rol que desempeñó para esa institución. 

La Muestra funcionó como el sitio de reunión del audiovisual emergente y observatorio de este fenómeno. Su nacimiento ocurría cuando la brecha entre el cine independiente y las instituciones rectoras se ensanchaba. Una política de la negación pesa sobre los centros generadores de poder cinematográfico y se hace pública en las mesas de debate de opinión, en los eventos de cine de la época y en acciones de freno administrativo. Sus argumentos ponían en cuestión la proclamada independencia estatal de la producción de ese cine, su legalidad y su calidad. El ICAIC se negaba a cambiar, de ahí que su hija, la Muestra, nazca dentro de una política de gatopardismo. Su nombre: Muestra Nacional del Audiovisual Joven, termina develando el interés gubernamental por los jóvenes directores, líderes de opinión. 

Para la polémica de aquellos años sobre el cine independiente, la Muestra fue una espada de Damocles, ya que en el imaginario social redujo el cine independiente que, en comparación con el del ICAIC era joven, a uno hecho por jóvenes; lo cual, en una sociedad que se renueva con dificultad resulta, o es leído, como efímero. También invisibilizó, tras el adjetivo de “joven”, todo el equipo técnico y a los actores, que no siempre lo eran, pero que con su participación en el cine independiente ya integraban ese movimiento. 

La Muestra fue, entre muchas cosas, un intento por desviar la discusión del cine independiente al cine adolescente y por hacer verlo surgido de una diferencia generacional, cuando se trataba de un hecho social. Por su presencia, su lugar de enunciación y legitimación, en el imaginario nacional la agenda de exhibición de la Muestra pasó a ser el referente del cine joven y de los cineastas del futuro, escondiendo en su euforia sus limitantes: las estéticas y los temas tabús, herencia de la institución rectora y que, a la postre, cuando se visibilizaron y se convirtieron en objeto de debate, dieron al traste con ella.

En el reverso, el evento promovió una parte importante de la nueva generación, que encontró en esa cita anual un lugar de confluencia. Así, los cineastas dispersos en el país se conocieron. Lo que comenzó como una muestra de cine creció, asumiendo en sus espacios colaterales el cine como un hecho social y productivo, al debatir proyecciones comunitarias más allá de la experiencia artística, promover cursos de capacitación y maneras de financiamiento. La preocupación institucional por vincular a los jóvenes a la tradición terminó desempolvando a cineastas olvidados o separados de la tradición, como Nicolás Guillén Landrián, quien marcó a la generación emergente. 

A lo largo de su existencia, la Muestra se sacudió poco a poco el pensamiento habanocentrista de los centros generadores de poder audiovisual, crecieron sus materiales de exhibición para dar oportunidad a cineastas desconocidos de provincia y se abrazaron filmes limitados en recursos pero con propuestas novedosas, junto a otros de mayor factura productiva. Alrededor de ella comenzó a girar un público que recién conocía ese cine producido fuera de la industria por la limitante en su distribución y que, para cuando aparecen los medios alternativos de distribución, desde los bancos de películas con sus VHS hasta el actual paquete en disco duros, en memorias o en la red, será también un público seguidor de ese otro cine cubano sumergido

Posiblemente, uno de sus grandes aportes sea haber generado una crítica escrita sobre su exhibición. De ese ejercicio de la palabra nacieron también nuevos críticos que comenzaron a polemizar, pensar e imaginar el cine acompañando un fenómeno en evolución para lo cual los historiadores del cine, la tendencia más desarrollada en la institución, no estaban preparados. Hacía falta críticos, pensadores que siguieran el hecho vivo y cambiante que era el movimiento de cine en ebullición, y la Muestra ofreció una plataforma no solo en la cobertura de los medios existentes, sino en la suya propia. Así, el tema del cine joven cubano se volvió vox populi en la Isla, invadió los salones académicos dentro y fuera de Cuba, y penetró la parrilla de noticias de algunas agencias internacionales. 

Si la Muestra fue joven, lo logró gracias a su renovación. La estructura de un presidente (Jorge Luis Sánchez o Fernando Pérez) y una directora (Marisol Rodríguez) garantizó el diálogo con la institución rectora y su autonomía. Tanto el presidente como la directora gozaban de prestigio ante el gremio y la institución para poder negociar la agenda de exhibición. 

Sin embargo, cuando el presidente en funciones Fernando Pérez renunció ante la imposibilidad de acordar la inclusión en el catálogo de la selección oficial del documental Despertar (Ricardo Figueredo-Anthony Bubaire, 2012), la Muestra quedó desbalanceada de su estructura inicial; desequilibrio que se intensificó con la salida de Marisol Rodríguez y que dejó preparado un cambio generacional y una nueva estructura de dirección mediante una junta de jóvenes. El valor de la juventud se había afianzado en la Muestra, no solo por el cambio de nombre que sufriera en 2011, cuando pasó a llamarse Muestra Joven ICAIC, sino porque sus organizadores (Fernando y Marisol) lo habían expresado públicamente en entrevistas y en acciones al incrementar esa presencia juvenil en la organización.

En ese momento, a la altura de 2016, era innegable la calidad de los filmes independientes —la Muestra misma había ayudado a difundirlos y a liquidar, en favor del cine joven, aquella polémica inicial, aunque su fundación no hubiera tenido ese propósito— y la discusión sobre el audiovisual independiente se había movido hacia los límites de la producción, porque un cine que crece demanda de recursos, y de la distribución, porque aún su producción era marginada de los espacios de exhibición nacionales. 

Por su carácter institucional y su acceso a las salas de cine, la Muestra Joven llegó a ocupar el centro de la polémica sobre la censura a la exhibición, la plaza a tomar en medio del monopolio estatal de la distribución televisiva y en salas de cine. La nueva junta directiva, sin el reconocimiento ni el poder negociador con la institución rectora, pero con una agenda más inclusiva de lo permitido, ahonda la grieta entre la Muestra y el ICAIC. 

Ocurre ahora, irónicamente, el desencuentro generacional que la institución temió a inicios de la década de 2000. La tan anhelada continuidad por la que se abogó en catálogos y exhibiciones que vinculaban el nuevo cine con la tradición de los años 60 y 70 se rompe, no en el área estética, donde la influencia de los filmes de las primeras décadas del ICAIC en el “cine joven” es innegable, ni entre los realizadores de cuyo abanico temático siempre brotaron obras polémicas, sino entre los funcionarios. 

La diferencia en las agendas de política cultural con respecto a la visión del cine entre la junta de jóvenes que administraba la Muestra y la establecida directiva que la financiaba se hace incompatible. La junta se encamina hacia el objetivo de independizarla, abre las puertas de la exhibición a discursos tabús, se declara en desacato en los documentos del Cardumen, a las puertas de la censura de Quiero hacer una película (Yimit Ramírez, 2020) y Sueños al pairo (José Luis Aparicio y Fernando Fraguela, 2020), toma las redes como vocero y desconoce la autoridad del ICAIC. 

Los nuevos presidentes de la Muestra —electos o de facto— no logran crear el puente entre los intereses de la junta y los del ICAIC, y el incremento de las tensiones llega al infarto con el desacuerdo con Sueños al pairo, su repercusión en Cuba y Miami, la retirada de un número considerable de obras ya seleccionadas para la XIX Muestra en solidaridad con José Luis Aparicio y Fernando Fraguela. Tras la necrosis isquémica, el evento deja de cumplir su función como espacio de reunión del audiovisual emergente y observatorio de este fenómeno. 

En el nuevo contexto, donde ha nacido una nueva institución, el Fondo de Fomento del Cine Cubano, que puede servir de mediador entre el audiovisual emergente y el centro generador de poder cinematográfico, donde existe también un aparato jurídico de control, contabilidad y legalización de los cineastas independientes, el Registro del Creador, y donde la institución vuelve padecer una crisis económica nacional que recorta los presupuestos culturales, la infartada Muestra estaba llamada a sucumbir. Su cadáver no ha sido expuesto, pero quedan invitados a ofrecer sus condolencias en los comentarios.




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Historiar la Muestra Joven ICAIC

Carlos G. Lloga Sanz

La Muestra Joven ICAIC no fue un fenómeno precisamente corto, duró veinte años. Sin embargo, la información acerca de ella es sorprendentemente escasa y dispersa. En cambio, sus memorias se almacenan hoy en las colecciones personales de todo aquel que estuvo vinculado a ella.






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