Las necesidades espirituales son igual de importantes que las actividades de subsistencia. Quien lo tiene claro hace lo imposible para que ambas vayan de la mano. En un país como el nuestro, en la situación que atravesamos todos, lucrar es un ejercicio que suele relativizarse mucho: conseguir comida puede hacerse sin que medie el dinero. Búmeran logra que los extremos de la necesidad de alimentar el cuerpo y el espíritu se vuelvan uno, en un flujo admirable de arte y servicios donde todos salen ganando. Evitando todo tipo de derrotismos y estancamientos, CubanBumeran intercambia energías y experiencias.
¿Cómo surgió CubanBumeran?
Surgió en el marco de la Bienal de La Habana de 2019, a raíz de la oportunidad que tuvimos de organizar un open studioy mostrar nuestro trabajo; en esa ocasión también invitamos a otros colegas a mostrar sus proyectos y llamamos al evento Búmeran. Ya nosotros compartíamos desde hacía tiempo nuestros procesos de trabajo y queríamos lograr integrarlos totalmente, entonces a partir de esta muestra comenzamos a funcionar como grupo o dúo creativo, como preferimos llamarlo.
¿Qué significa para ustedes el emprendimiento en general?
Para nosotros emprender es apostar por algo que se quiere o se necesita hacer y que casi siempre implica un cambio.
¿Qué significa para ustedes el emprendimiento en la Cuba actual?
Es un acto de fe y voluntad. La situación general del país es tan inestable y existen tantos obstáculos, aunque a nivel gubernamental quieran dar la sensación de lo contrario, que desarrollar cualquier idea se torna excesivamente trabajoso.
¿Cómo surge la idea de intercambiar arte por comida u otros servicios? ¿Por qué el intercambio y no la venta?
La idea del trueque ya estaba, apareció orgánicamente como opción ante las carencias provocadas por la situación económica y el poco dinero circulante por el paro general que trajo el coronavirus. Nosotros no hicimos más que apropiarnos de él y traerlo al arte.
Partimos de nuestras propias necesidades. En las crisis económicas, los artistas son los primeros en quedarse sin trabajo porque consumir arte es de las últimas opciones cuando hay que priorizar gastos. Buscamos crear un proyecto que sirviese como alternativa para seguir haciendo arte, que este fuera asequible para las personas y a la vez garantizara una parte de nuestro sustento.
Así nació el Proyecto 80z, que lleva ese nombre porque ese es el mínimo por el que intercambiamos una pieza nuestra y a la vez es la cantidad de arroz que consumimos entre los dos en una comida.
¿Cómo surgen las asociaciones con otros artistas? ¿Cómo se crea esta red?
Creemos que a partir de la empatía. Nosotros comenzamos solos, propusimos nuestra idea y los amigos comenzaron a reaccionar; luego los conocidos y así, cada día llega alguien nuevo a interesarse o a pedir un intercambio. La red está apenas comenzando.
La idea de que otros artistas se nos unan y ofrezcan piezas en intercambio es algo que queremos mantener. Cada cierto tiempo propiciar un espacio donde podamos encontrarnos con las personas, con la comunidad que estamos tratando de formar.
Todo este proceso ha sido a través de las redes sociales, principalmente por Instagram, por lo que el primer contacto es siempre virtual. Sin embargo, insistimos en conocer e intercambiar directamente con cada persona. Lo asumimos también como parte del trueque; en la etapa de cuarentena vivimos encuentros muy reconfortantes.
Doña Clara: otro nicho en el universo Riera
“Doña Clara seguirá siendo un emprendimiento con un primordial deseo de investigación, renovación y acercamiento a una alimentación atractiva, tradicional, familiar, con algo de historia y resiliencia”.
