La crisis humanitaria en Cuba se agrava a las puertas de 2024

Cuba se enfrenta a una crisis humanitaria cada vez más profunda, muy lejos del optimismo que llenaba sus calles hace casi una década. La nación isleña, antaño rebosante de esperanza tras el deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en 2014, se enfrenta ahora a una sombría realidad marcada por la agitación económica y la desesperación social.

En diciembre de 2014, una ola de euforia invadió La Habana cuando los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaron la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. La promesa de una nueva era de cooperación parecía anunciar el fin de más de medio siglo de privaciones e inmigración como solución al futuro. Sin embargo, en 2024, la población cubana sigue atrapada en una red de desesperación y estancamiento económico, que sigue viendo en la huida del país, la única solución posible.

Las raíces de la crisis económica se remontan a la ineficaz y opaca administración del Estado, y a una ineficiente gestión de la iniciativa privada, lo que ha terminado por generar un paisaje de empobrecimiento y desesperanza, que, para muchos habitantes de la isla, supera con creces la desolación económica de los años 90. Al mismo tiempo, las sanciones económicas impuestas por la administración del presidente Donald Trump, redujeron los ingresos de divisas de Cuba. La decisión del presidente Joe Biden de mantener la mayoría de estas sanciones ha agravado aún más los problemas económicos del país. La pandemia de COVID-19 asestó otro golpe demoledor, cerrando el sector turístico, una arteria vital de la economía cubana. Esta combinación de choques externos e internos ha asediado una economía ya frágil, en transición de un sistema de planificación central al estilo soviético a un modelo socialista de mercado.

Las ramificaciones de la reforma del tipo de cambio de 2021 han sido especialmente devastadoras. Con una inflación de dos dígitos, la reforma ha erosionado el poder adquisitivo de los salarios pagados en pesos cubanos. El ingreso mensual medio, que antes equivalía a 162 dólares estadounidenses, se ha desplomado a apenas 16 dólares en el mercado informal, lo que ha propiciado un empobrecimiento generalizado.

Abundan los signos visibles de la crisis. Las calles de La Habana, antaño repletas de actividad, presentan ahora un aspecto desolador, con escaso tráfico y escasez de combustible que provoca largas colas en las gasolineras. Las tiendas estatales, con sus estantes casi vacíos, ofrecen un sombrío recordatorio de la escasez de productos de primera necesidad. El deterioro de las condiciones de vida ha provocado la acumulación de basura en las calles y un notable repunte de la delincuencia callejera.

En medio de este panorama económico, la disparidad entre los que tienen y los que no tienen se ha hecho patente. Los que tienen acceso a divisas, ya sea a través de remesas o como parte de sus salarios, se encuentran algo aislados de la dura realidad económica. En cambio, la mayoría de los cubanos, desprovistos de esos medios, se enfrentan a una ardua lucha por la supervivencia.

El florecimiento de las pequeñas y medianas empresas privadas, piedra angular del programa de reformas económicas del gobierno, ha intensificado la desigualdad social. Aunque algunos empresarios han logrado el éxito contra todo pronóstico, sus empresas —como las recién surgidas tiendas privadas de comestibles— siguen estando fuera del alcance del cubano medio, lo que pone aún más de relieve la creciente brecha económica.

El deterioro de las condiciones ha alimentado un sentimiento generalizado de desesperación, especialmente entre los jóvenes y los segmentos de población con mayor nivel educativo. Las grandes esperanzas depositadas en el acercamiento a Estados Unidos y en las reformas económicas emprendidas bajo la presidencia de Miguel Díaz-Canel no se han cumplido en su mayor parte. Esta desilusión se ha manifestado en un éxodo sin precedentes del país. Desde 2022, cientos de miles de cubanos, incluido un número significativo de profesionales, han buscado una nueva vida en el extranjero, dejando tras de sí un vacío en la mano de obra de la nación y una economía maltrecha.

Con la fuga de jóvenes y talentos, el país se encuentra en una coyuntura crucial, y su futuro pende de un hilo. El camino que queda por recorrer parece plagado de incertidumbre y exige medidas urgentes y eficaces para frenar la marea de esta crisis humanitaria cada vez más profunda.





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Una “Cuba paralizada” se enfrenta a la contracción económica

Por Nieves Roger

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