Vehículos eléctricos: ¿Las nuevas máquinas de hacer pan del siglo XXI?

Ante el auge de los vehículos eléctricos (VE), surge la pregunta: ¿Son los VE una moda pasajera similar a las máquinas de hacer pan de los años 90 o una revolución duradera del transporte? A pesar de la fuerte promoción por parte de líderes políticos, magnates tecnológicos como Elon Musk, de Tesla, e importantes subvenciones públicas, las últimas tendencias y el comportamiento de los consumidores sugieren que el idilio con los vehículos eléctricos podría estar sufriendo una caída.

A principios de los 90, la máquina de hacer pan se convirtió en un símbolo de comodidad y modernidad, con unas ventas que alcanzaron los cuatro millones. Sin embargo, la novedad desapareció cuando los consumidores se dieron cuenta de que el coste y el esfuerzo eran mayores que la comodidad. Hoy, el mercado de los vehículos eléctricos se encuentra en una encrucijada similar. A pesar de las considerables reducciones de precios y los incentivos, la adopción de vehículos eléctricos se enfrenta a importantes obstáculos, como limitaciones físicas, la inercia de los consumidores y una red eléctrica poco fiable.

J.D. Power destaca una asombrosa tasa de mal funcionamiento del 21% entre los cargadores públicos, lo que apunta a una frustración creciente entre los usuarios de VE. Este sentimiento se refleja en el mercado, con gigantes como Hertz invirtiendo sus estrategias eléctricas al deshacerse de una parte significativa de su flota Tesla. El mercado de consumo en general, fuera de los círculos acomodados, muestra preferencia por los híbridos y los motores de gasolina tradicionales frente a los VE enchufables.

A pesar de un aumento marginal de las ventas de VE en el último trimestre de 2023, el mercado sigue siendo tibio. Los VE permanecen en los concesionarios más tiempo que sus homólogos de gasolina, y marcas de lujo como Mercedes-Benz EQS se enfrentan a largos periodos de venta. Esta atonía persiste a pesar de los agresivos recortes de precios de los principales fabricantes, que, en algunos casos, como Ford, han provocado importantes pérdidas por unidad vendida.

Las tensiones financieras no se limitan a los fabricantes, sino que se extienden a los gobiernos estatales, que siguen inyectando subvenciones en el mercado de los vehículos eléctricos en medio de déficits presupuestarios cada vez mayores. Estados como California y Nueva Jersey están invirtiendo mucho en incentivos a los VE, lo que plantea dudas sobre la sostenibilidad de tales compromisos financieros.

Los escépticos de la revolución de los vehículos eléctricos, como Toyota, que favorecía los híbridos, están siendo testigos de una especie de reivindicación. Los resultados de Toyota en el mercado y el reconocimiento de la utilidad de los híbridos ponen de manifiesto la creciente aceptación de los retos a los que se enfrenta el mercado de los vehículos eléctricos.

A pesar del trabajo de innovadores como Elon Musk y del potencial de los vehículos eléctricos para redefinir la movilidad, el sector se enfrenta a retos aún inmensos. Estos van desde las complejidades de fabricación y las implicaciones laborales hasta una red eléctrica poco fiable, que es un pilar fundamental para la adopción generalizada de estos vehículos. La infraestructura energética de EE.UU., plagada de apagones cada vez más frecuentes, ensombrece la viabilidad de un futuro ligado a la red eléctrica.

A escala internacional, el panorama de los vehículos eléctricos es complejo y está interconectado. Las ambiciones chinas de producción de automóviles y baterías, ligadas a los mercados mundiales de minerales, se enfrentan a incertidumbres a medida que evoluciona la dinámica geopolítica y económica.

La comparación entre los VE y las máquinas de hacer pan de los años 90 es algo más que una analogía estrafalaria. Subraya el reto intrínseco de transformar los hábitos de consumo y las estructuras de mercado. Aunque los vehículos eléctricos han sido defendidos por toda una serie de personas influyentes, desde funcionarios públicos hasta visionarios de la tecnología, el camino que queda por recorrer está plagado de retos que van más allá de las meras preferencias de los consumidores y abarcan panoramas económicos, infraestructurales y geopolíticos más amplios. 




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