La madrugada del miércoles 25 de octubre vio un suceso devastador para los residentes de la costa de Acapulco, en México. Lo que parecía únicamente una tormenta tropical pasó a convertirse en un huracán categoría 5 en el lapso de 12 horas. Hasta el momento, las autoridades han reportado 27 muertos y 4 desaparecidos. Del mismo modo, se estima un impacto económico de entre 10 000 15 000 millones de dólares.
Para una ciudad cuyos ingresos provienen en su mayor parte del turismo, las consecuencias a corto y a largo plazo pintan ser igual o peores que la destrucción causada por el huracán Otis.
Diversos directivos de hoteles importantes en la zona anunciaron que planean reconstruir y reabrir sus servicios en un lapso de 6 meses. No obstante, dada la magnitud del desastre, será increíblemente difícil que la costa vuelva a atraer a la misma cantidad de turistas que anteriormente llegaban.
Por su parte, las consecuencias no se agotan en la perdida de infraestructura.
Cientos de miles quedarán sin fuentes de ingresos. Muchos perdieron por completo sus viviendas y patrimonio, o estos han sufrido un gran deterioro.
Asimismo, comienza a surgir una posible crisis humanitaria dada la escasez de agua y comida, que únicamente puede ser evitada si las instituciones públicas y esquemas de donaciones funcionan de manera correcta.
Por otro lado, la situación social que vive Acapulco agrava el desastre. El problema del narcotráfico en Acapulco no es nada nuevo. El puerto ha sido ocupado por cárteles desde la década de los 90s, y actualmente 3 grupos criminales disputan el control del territorio.
La pérdida de ingresos y la incapacidad de poder obtener dinero para conseguir comida y vivienda va a ser una mina de oro para estos grupos criminales, quienes podrán aprovecharse de las condiciones de los residentes para ampliar y extender su producción.
Enrique Quintana escribe, “¿Qué cree usted que diga un ciudadano decente que tiene una semana sin ingresos para dar de comer a su familia si un grupo del crimen organizado le llega con una propuesta para trabajar para ellos con una remuneración que por lo menos le garantiza sobrevivir?”[1]
Las consecuencias para el puerto se miran inciertas, y la situación se pinta desagradable frente a la negligencia de las autoridades y la falta de organización y acción para mitigar los daños.
Por su parte, la presencia del huracán se sintió en diversas zonas del país, con lluvias fuertes en los pasados días. Hoy viernes en la ciudad salió el sol, y la ambivalencia del clima deja mucho que pensar sobre la situación climática. La cuestión del cambio climático dejó de ser un tema en boga y comienza a verse como una realidad tangible cuyas consecuencias aún no terminamos de comprender.
Acapulco es solo un ejemplo del largo proceso histórico -e incluso de una ideología de dominación que ha vuelto justificable la destrucción de la vida- que ha generado la crisis ambiental actual. Queda reflexionar sobre qué podríamos hacer para intentar mitigar este tipo de desastres, y en el caso de estar cada vez más cerca del punto de no retorno, sería entonces pertinente preguntar, ¿qué será de nosotros?
Nota:
[1] Quintana, E. (2023) El Financiero. Acapulco: el desastre que viene. https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/enrique-quintana/2023/10/27/acapulco-el-desastre-que-viene/
01×09. Acusado por corrupción el senador Bob Menéndez, pero, ¿y los derechos humanos en Cuba?
Un nuevo episodio, de este, tu podcast, La pastilla.
