Las Ventas

Las Ventas es la plaza de toros de Madrid. La más importante del mundo. No es la más grande, pero sí la más importante. Es, de hecho, la tercera por número de personas que pueden entrar a los tendidos (con diez). El mayor aforo lo tiene La Monumental de Ciudad de México (con las puertas cerradas desde mediados de 2022). Le sigue la de Valencia, en Venezuela.

Las Ventas comenzó a construirse en 1929, en plena dictadura del general Primo de Rivera. Pero la gran corrida de inauguración sucedió el 16 de junio de 1931, durante la Segunda República. En 1947, Livinio Stuyck creó la Feria de San Isidro. Esta feria, con festejos y faenas en forma de serial, llevó a Las Ventas a convertirse en el coso más codiciado para cualquier matador. 

Un día después de la Feria de San Isidro y la plaza tiene algo que podemos llamar resaca. 5 de junio de 2023: resaca de fiesta, resaca de toros, resaca de toreros, resaca de matadores, resaca de caballos, resaca de cuadrillas, resaca de banderilleros, resaca de rejoneadores, resaca de trajes de luces y de todo aquello que traen las fiestas. 

Un día después no se venden entradas. Un día después no se revenden entradas. Es un día después del último día de la feria más esperada del año, acaso la feria más esperada de todo el mundo taurino.

Para mí los toros son como una fijación. Aunque tengo sentimientos encontrados con la tauromaquia, porque no creo que se deba matar, sí me parece un entorno fascinante. Quizá es porque lo metaforizo todo. Como hice en el ensayo “Escribir es torear (erótica del casi-cadáver)”, publicado en este medio

Dije y repito: 

Me deslumbra el rojo capote de brega, el traje de luces, las lentejuelas, la seda, la montera, el corbatín, los bordados y los alamares. El traje del torero me deslumbra. Por un momento quiero ser el torero, el dueño del ritual taurino, y alzar el capote como quien alza una plancha de hierro que al caer decapita. Pero miro al lado y, de reojo, veo en mi espalda banderillas.

Después de la Feria de San Isidro queda un ruedo salpicado de sangre humana y de animal no humano, queda un patio de caballos con olor a amoniaco, queda una puerta de arrastre entreabierta por si queda algún toro zaino, o castaño, o cenizo, o mulato, o perlino, o pajizo, o jabonero, o colorado, o azabache, o avinagrado, o dorado, o ensabanado fantasma, que haya que tirar por los cuernos hasta el desolladero. Entreabierta también la capilla, reservada solo para los matadores.


Las Ventas (galería)





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