Qué salación

Tenías esperanzas de que a Díaz-Canel no lo escogieran otra vez para estar al frente del país. Esas esperanzas las apretaste con fuerza, las convertiste en bandera, pero también en un argumento que sacabas con los amigos, cuando la botella de ron iba por más de la mitad. Porque sabes que ese señor no te representa. Así y todo, volvió a salir.  

Y tú quizás pensaste: “¡Qué ingenuo fui, como voy a creer una cosa así!”. Pero nada que ver, no es ingenuidad lo tuyo, es sentido común. Eres un tipo que piensas, además tu argumento es sólido, ni siquiera el más revolucionario podría rebatírtelo. Te la echas con cualquiera, sin embargo, Saturno siempre termina devorando a sus hijos, y esta vez fue tu turno.

Díaz-Canel volvió a ser ratificado para estar al frente del país, mientras tú lo mirabas incrédulo por el televisor. Ya te hubiera gustado darte unos tragos para mitigar el mal sabor que te provocó la noticia, pero tienes que ahorrar fuerzas y dinero. “El cuartico sigue igualito” —pensaste en ese momento—, “sin embargo, el país no”. 

En serio que tenías muchas esperanzas de que el dictador y su corte se fueran para su casa, pero no. Ahí los tienes otra vez. Democracia representativa, le llaman ellos; continuidad totalitaria, le llamas tú. 

Y pensar que casi pierdes la vida en Angola para que ahora tengas que aguantar cinco años más de resistencia creativa. Ya te hubiera encantado ganarte el millón de dólares que a modo de chiste alguien estaba regalando en Twitter para los que pudiera demostrar tres medidas tomadas por Díaz-Canel que favorecieran al pueblo cubano. Pero ni ese dinero te lo pudiste ganar. La resistencia creativa no es un mérito.

Por suerte apagaste el televisor a tiempo, mientras el circo socialista se iba gestando, no vaya a ser que te fuera a dar una cosa y no puede ser. Bastante que has aguantado en silencio, obediente, para irte ahora por los pies, cuando el país una vez más está a punto del colapso. Después de todo, sigues teniendo esperanzas. No, porque vaya a ocurrir un cambio significativo en la Asamblea Nacional —ya esas las descartaste—, pero sí, un cambio dentro de ti. 

Lo que pasa es que esas esperanzas se diluyen rápido cuando despiertas este domingo y te das cuenta de que el ministro de Economía, Alejandro Gil, sigue en el mismo lugar. Si estuviste en Angola combatiendo al apartheid sudafricano con mucha fuerza y valor, ahora tienes que combatir el apartheid económico del que Gil es uno de los artífices. Qué salación.

Ya te lo dijo tu padre antes de marcharte a aquella guerra:

—Nunca pierdas la vergüenza, hijo mío. Mientras la dignidad te prostituye, la vergüenza te mantiene humano. Y eso es sagrado.


© Imagen de portada: Raúl Castro, Salvador Valdés Mesa, Miguel Díaz-Canel y Ramiro Valdés.




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No estás obligado a decir de qué color es tu sexo

María Cristina Fernández

Disidencia que se ha tornado carnaval, agenda política, una nueva forma de homogeneidad a la que es más fácil controlar.






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