El intrincado tapiz de la exploración espacial lleva mucho tiempo tejido con hilos de colaboración internacional. Sin embargo, a medida que cambia la geopolítica mundial, surgen voces dentro de Estados Unidos que reclaman una reevaluación de estos lazos. A la vanguardia de este discurso se encuentra David Steitz, antigua lumbrera de la NASA, que recientemente ha escrito un contundente artículo de opinión para ‘The Hill’, en el que aboga por que Estados Unidos ponga fin de forma decisiva a su larga cooperación con Rusia en el programa de la Estación Espacial Internacional (ISS).
Steitz comienza con una dura observación: “El ruso Vladimir Putin ha demostrado que quiere librar una guerra ideológica, económica y física perpetua contra Occidente”. Insinúa que, a la sombra de la intensificación de la agresión rusa, especialmente de sus actividades en Ucrania, los preciados ideales de cooperación internacional simbolizados por la ISS podrían estar reñidos con la seguridad nacional. Para Steitz, es evidente: la colaboración en el espacio no puede continuar frente a las amenazas terrestres.
Navegando por los pasillos históricos, Steitz revisa la colaboración de la NASA con el gobierno ruso, iniciada durante la administración Clinton. El autor arroja luz sobre las motivaciones que subyacen a estas colaboraciones. Al contratar a científicos rusos especializados en cohetes tras el colapso de la Unión Soviética, Estados Unidos pretendía evitar que estos expertos ayudaran a naciones potencialmente hostiles en el desarrollo de misiles. Como señala Steitz, “en 1993 se enviaron a Rusia 400 millones de dólares en efectivo” para apoyar a Roscosmos, la agencia espacial rusa.
Sin embargo, el mundo de los años noventa contrasta con el panorama geopolítico actual. Steitz afirma que las estrategias de poder blando y la creencia en los beneficios generales de la cooperación espacial, adoptadas por la actual Administración Biden y los gobiernos anteriores, podrían ser ahora reliquias de una época pasada. Afirma conmovedoramente: “Lamentablemente, el siglo XXI es un lugar mucho más peligroso y acelerado que cuando Gorbachov derribó el Muro de Berlín”.
Las ambiciones de la NASA de comercializar potencialmente la ISS están bajo la lupa de Steitz. Aunque la agencia prevé un futuro en el que la ISS podría convertirse en una empresa lucrativa, Steitz se muestra abiertamente escéptico. Citando el asombroso coste operativo de más de 3.000 millones de dólares anuales de la ISS y su inherente dependencia de la colaboración rusa, califica las esperanzas de comercialización de la NASA de “locura tonta en el mejor de los casos”.
Pero no es sólo la economía lo que preocupa a Steitz. Subraya las actuales turbulencias políticas mundiales, en particular la agresiva postura de Rusia. “Las realidades mundiales deben triunfar sobre los retrasos burocráticos. Rusia está en Ucrania. Putin no va a dejar de perseguir a Ucrania a menos que Rusia sufra las consecuencias”, advierte. Con estos nubarrones geopolíticos, Steitz cree que la urgencia es primordial.
Su alegato culmina con un llamamiento al Congreso para que redefina la trayectoria de Estados Unidos en el espacio. “El Congreso debe actuar de inmediato”, escribe, instando a “acelerar la retirada de la colaboración con Rusia en la estación espacial y aprobar un plan para retirar la plataforma de la órbita espacial en 2026”. Para Steitz, el futuro de la exploración espacial estadounidense está en las aventuras a la Luna y Marte, basadas en la autosuficiencia más que en asociaciones que puedan plantear riesgos.
En su artículo, David Steitz ha hecho sonar una alarma oportuna, desafiando a los responsables políticos, a los entusiastas del espacio y al público en general a lidiar con las intersecciones de la exploración espacial y la geopolítica. Mientras el mundo observa el desarrollo de los acontecimientos, sus palabras se hacen eco de un sentimiento más amplio: El reino de las estrellas no debe verse empañado por conflictos terrenales, sino que debe navegarse con visión y prudencia.
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