Jany Batista: “Ser algo así como una peregrina”

El acierto con la morfología de una obra de arte se define por su contenido. Este principio suele ser parte del ABC en la formación de artistas visuales, pero no son pocos los ejemplos de piezas —pudiera decirse— efectivas, que desacralizan dicho postulado. 

La práctica ha demostrado que también es natural apostar a una visualidad antes de tener claro cualquier otro elemento de la propuesta. Sin duda, todos los detonantes para decidir en qué medio realizar el proyecto ideado han terminado siendo válidos (desde el confort de una técnica hasta el éxito comercial, pasando por otros tantos menos declarados). Me resulta interesante conocer cómo se da este proceso en jóvenes autores. ¿Qué determina la elección del soporte para sus enunciados? 

Entonces selecciono a un artista para que se manifieste acerca del tema desde sus experiencias y extienda la convocatoria a otro colega, dejando abierta la posibilidad de ejecutar una cadena de invitaciones. En esta entrega les comparto la cuarta intervención del “Challenge” por Jany Batista, que ha sido invitada por José Miguel Cano.


Mis principales preocupaciones van dirigidas a mi contexto nacional. Parto de la representación del territorio para hacer referencia a la nación. En un momento determinado, confeccioné pequeñas serigrafías del mapa del archipiélago cubano como primer soporte. A estos me refiero como ejercicios, experimentos donde corto, rasgo, borro, pinto, dibujo, ejecuto acciones con diferentes materiales para dialogar con esa representación de tipo geográfica. Algunos derivan en otros proyectos, en otros medios, pero prestando siempre interés a la idea inicial.

Siento la necesidad de intervenir a tiempo completo en la fabricación de cada proyecto. Me satisface ver que cada resultado sale de mis manos y que puedo ser capaz de ejecutar varios oficios; ser algo así como una peregrina, que va viajando de un sitio a otro para conocer algo nuevo y llevarse una experiencia (la que sea, da igual). Esto me ayuda a tener más claro, durante el proceso de realización, por dónde quiero que vaya la pieza.

A veces no me basta limitarme a lo que tengo a la mano para plasmar una idea, pero tampoco pienso en algo muy enrevesado que no pueda hacer.

Cuando he elegido un medio y no he tenido las habilidades necesarias para efectuar la pieza, me he planteado tres opciones: 

  • La primera y la que más he disfrutado es probar por mi cuenta, tomando algunos consejos prácticos de colegas con mayor experiencia.
  • La segunda es dejar que esa idea refresque, observarla a distancia desde varios ángulos, pensando si será ese medio el más adecuado.
  • La tercera y menos placentera para mí —quizás porque me frustra la imposibilidad— es cuando no queda otra que recurrir a profesionales para su confección.

Soy de las que disecciona la obra por elementos y analiza qué puede decir cada uno, pero ni aún así pienso que está todo cuadrado con solo tener la idea y saber cómo se hará. Creo que mientras más te involucres con el medio en el proceso de materialización de la obra, más sabes de ella, más conoces su anatomía. 

He tenido que frenar la realización de algunos proyectos al sentir que el medio —que en algún momento pensé que era el ideal— conducía el discurso a otro sitio. Tengo que ejecutarlo para darme cuenta de ello. Así cuento con piezas inacabadas, series de diez obras que han quedado en dos, cerámicas que han terminado solo en pruebas, impresiones en calcografías, y litografías que faltan por intervenir… Sin embargo, he arremetido a experimentar con un medio equis sin ideas preconcebidas y muchas veces el proceso ha ido arrojando pistas de por qué lo estoy haciendo, hasta concretar una obra.


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