Palabras para un dosier

Las cosas son mejores cuando no son eternas. La finitud es saludable, coherentemente dialéctica, dignamente histórica. Lo que se pretenda perenne es casi siempre sospechoso, artificial, reaccionario, aberrante. Aunque el fin de algo conlleve tristezas y sufrimientos, garantiza la valía como segmento orgánico de un proceso, desencadena o propulsa las etapas por venir. 

La Muestra Joven ICAIC desapareció abruptamente en 2020 y su ausencia en el paisaje audiovisual cubano cada vez es más notoria. Pero, aunque traumático y lamentable, su final determina nuevas épocas y denota una suerte de reposo merecido para un espacio que nació con el siglo XXI, que fue una tregua fecunda y telúrica entre poder y arte, una zona franca controlada donde traficar discursos, disidencias, desafíos, herejías, más de una blasfemia imperdonable, a la luz inminente de los fuegos inquisitoriales. 

Su conclusión, aunque ineluctable, quizás imprescindible, no merece el olvido, ni su mutilación del cuerpo audiovisual de la nación. Ni la callada culpable.

La Muestra no puede irse en silencio ni ser borrada del mapa fílmico cubano. Se fue luchando, sin dudas “se aprueben o no las posturas de sus organizadores” y solo puede tener para el futuro mensajes de constancia, dedicación, tenacidad, lucidez, sin caer en apologías ralas y kitsch.

La desaparición de la Muestra demanda su estudio, su razonamiento, crítica, deconstrucción, su evocación a favor de calcular trascendencias, divisar sombras y luces, polemizar con ella, pues, aunque haya “muerto” puede defenderse perfectamente. El presente dosier aspira a contribuir a todo esto, o, al menos, a provocar futuras investigaciones y análisis más complejos, prolijos y amplios. Y con Nicolás Guillén Landrián, “joven realizador” que nunca pudo participar en la Muestra, podemos decir de y con ella: “El fin, pero no es el Fin”. La Muestra no se destruye, se transforma.


Imagen del dosier: El caído, por Irán Hernández.




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Los hombres (y los partidos) mueren, Batman es inmortal

Antonio Enrique González Rojas

Batman es el superhéroe más bello de todos. Es el más triste, el más inútil, el más fallido, el más terrible. Es la definitiva encarnación de la impotencia y el fracaso glorioso ante los embates del mal humano.






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