Boris Larramendi: “Yo vine a querer”

Hacia la segunda mitad de los años 90, muchos lugares, como la Peña de 13 y 8 y las casas de tantos amigos, ya eran o comenzaban a ser recuerdos. Espacios habituales donde solíamos empatar las noches con los días, donde el tiempo no transcurría entre el alcohol y tres varas de hambre. A todos esos lugares llegaban siempre Boris Larramendi y su guitarra. 

En ese momento, ya todos comenzábamos a planear lo único que debíamos hacer, irnos. 

En abril de 1997 logré salir hacia Lima y, siete años después, llegué a Miami. En 2007 anunciaron que Habana Abierta se presentaría en el Dade County Auditorium. Me tocó un asiento detrás de una pareja de viejitos que seguramente habían caído allí por casualidad. El señor se durmió y la viejita miraba con unos impertinentes dorados y la boca abierta al pelúo descamisado que brincaba y gritaba “Asere, ¿qué volá?”

A pesar de todo intento, los guardias del teatro no lograron que el público se mantuviera sentado. Aquello terminó como el Salón Rosado de la Tropical. No sabían los guardias que es completamente imposible contener la emoción de tantos cubanos juntos, que revivían recuerdos de madrugadas habaneras. Eso es Boris Larramendi, otro pedacito de la historia musical de Cuba, el soundtrack de la vida de varias generaciones de cubanos desperdigados por el mundo.

¿Tu primera guitarra?

Cuando yo tenía como 7 años, mi abuela materna, Inés, a la que le encantaba cantar boleros de vitrola, me compró una guitarrita rusa malísima que vendían en las tiendas por esa época, para que mi papá me enseñara a tocarla. Desde chiquito me dio por cantar; el chiste en todas las fiestas era que mi papá tocara la guitarra y yo cantara canciones. Pero la disciplina de aprender no me llegó hasta que cumplí 15 años, cuando ya estudiaba en la Lenin. Estaba de moda Silvio y, saber tocar sus canciones, era un plus para tener guara. 

En 1992 me gradué de Derecho. Pero decidí colgar el título en la pared de la sala de mi casa, para orgullo y solaz de mi mamá.

Así que recordé la guitarra que tenía de adorno en mi casa y le pedí a mi papá que me enseñara a tocarla. Desde entonces no pude parar. Después de aprenderme todas las canciones de Silvio que mi papá me enseñó, me dio, no sé todavía por qué, por tratar de inventar las mías. Un embarque gigantesco que dura desgraciadamente hasta el día de hoy. La única pena es que mi abuela Inés recién había fallecido, así que nunca me oyó tocar. Por eso, cada vez que hago un disco o algo importante por el estilo, en mi corazón se lo dedico a ella.

La peña de 13 y 8…

En la esquina de 13 y 8 estaba el Museo Municipal de Plaza, donde, al correr de los años, cuando estudiaba Derecho en la Universidad de La Habana, me junté con varios trovadores, poetas, artistas, etc., nucleados alrededor de la figura de Vanito Brown, quien había conseguido un espacio en el Museo los sábados para hacer una peña. Ahí unió a mucha gente joven que empezaba a hacer cosas en la música, la poesía, la literatura, etc. Cada vez que se encontraba a alguien por ahí haciendo algo interesante en peñas o sitios por el estilo, lo invitaba a 13 y 8. Así hizo conmigo al oírme tocar en un Festival Municipal de la Trova de Plaza, donde canté dos canciones mías por primera vez. Ya nos conocíamos de la Lenin, donde ambos estudiamos y él, luego de graduarse, regresaba con regularidad a hacer una peña de trova, en la cual le escuché sus primeras canciones, que me parecieron excelentes. 

En esa época yo estaba muy influenciado por Silvio y, luego de escuchar a otros cantautores jóvenes que fueron llegando a 13 y 8, como Alejandro Gutiérrez, Alejandro Frómeta, Luis Barbería, José Luis Medina, Carlos Santos, Andy Villalón, Raúl Ciro, José Luis Estrada, Pepe del Valle, entre otros, dejé de imitar a Silvio y estuve varios meses componiendo canciones que no le enseñaba a nadie, y yendo a 13 y 8 solo como oyente. Rechazaba todas las invitaciones a cantar que se me hacían, solamente escuchaba la misma música que ellos, aprendía otros acordes, otras líricas, de Brasil, Argentina, Sting, Prince, Sade, y otra forma de vivir. Hasta que un día me atreví a cantar de nuevo porque creí estar a la altura. ¡Y hasta hoy sigo atreviéndome!


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Boris Larramendi y Vanito Brown. Peña de 13 y 8.


¿Por qué se disolvió 13 y 8?

La dirección municipal de cultura suspendió la Peña un día que había un concierto de Silvio en el Estadio Abrantes y bajó la directiva de que ese día no podía haber otra actividad cultural en el municipio Plaza que no fuera esa. Entonces, actuamos en el jardín del Museo para los cuatro gatos que fueron a vernos; creo recordar que esa fue la despedida, o el origen de la despedida. Nos desperdigamos y seguimos tocando por las diferentes peñas que en esa época había en La Habana. Nos íbamos hasta la Casa de la Cultura de Alamar a descargar con David Torrens; o al Cine Yara, con Gema Corredera y Pavel Urkiza; o a la casa de Gerardo Alfonso, otra de mis grandes influencias musicales, quien desde el principio nos ayudó y nos prestaba la guitarra cuando teníamos conciertos. La gente comentaba: “Ahí están los de 13 y 8”, porque teníamos muchas cosas en común a la hora de componer; nos sabíamos todas las canciones de los otros y nos hacíamos coros.

Estudiaste Derecho, ¿llegaste a ejercerlo?

En 1992 me gradué de Derecho; parece que se me daba bien, porque aprobaba por la mínima estudiando un poco el día antes de cada examen. Pero decidí colgar el título de licenciado en la pared de la sala de mi casa, para orgullo y solaz de mi mamá, y dedicarme solo a la música. Esto, cuando se anunciaba la llegada a Cuba del tremendo Período Especial, era solo una muestra de locura total, o de cordura real. Todavía no lo sé. 

Primero hice un dúo con Nadia Nicola, la hija de Noel, y di mis primeros conciertos en la Casa del Joven Creador y sitios por el estilo. A través de ella conocí a Robertico Carcassés, Descemer Bueno, Elmer Ferrer y Ruy López Nussa, el grupo Estado de Ánimo, acompañantes por esa época de Santiago Feliú. Y un buen día me invitaron a tocar con ellos en el segundo concierto de homenaje a Lennon que se hizo en el parque donde hoy está la famosa estatua. Tocamos In my LifeA Day in the Life y Cayendo en la malla, una de mis primeras incursiones en la mezcla de timba y rock, que varios años después grabé en el primer disco de Habana Abierta. Luego Nadia quedó embarazada y se acabó el dúo. 

Ese disco se grabó en condiciones bastante precarias y dio origen a mil anécdotas que luego usó el director Benito Zambrano para su aclamado filme Habana Blues.

Los 90, el grunge Debajo.

Junto con el picadillo de soya y la polineuritis, llegó a La Habana Nirvana y, detrás, todo el grunge. Empecé a andar con los frikis, los hippies, los rastas y demás tribus, y a componer otro tipo de música, una mezcla entre la timba que hacía furor en esos años (NG la Banda, los Van Van, etc.), que me encantaba, y el grunge, que me voló la cabeza. 

Un amigo mío, Juan Carlos Piñol, la bautizó como rock de solar. Solo me faltaba un grupo, instrumentos, local de ensayo, amplificadores, grabar, vamos, casi nada. Así surgió el grupo Debajo, con Ángel Frómeta —hermano de Alejandro— en el bajo, Sergito León en el drum y Azari Alom en la guitarra. 

Ensayamos como cinco o seis veces con instrumentos, amplificadores y locales prestados. Montamos cuatro o cinco canciones y grabamos un demo de dos temas en un estudio de doblaje del ICRT, a cambio de un par de libras de leche en polvo. El demo empezaron a ponerlo en Radio Ciudad de La Habana, en el programa de Juanito Camacho, quien ya había también radiado uno que había grabado anteriormente con Nadia Nicola. Luego Frómeta se fue para Argentina y entró Julito Pedroso al bajo. Grabamos otro demo de dos temas en el mismo sitio, con las mismas condiciones. Kiki Ferrer, el hermano de Elmer, se acababa de graduar de la ENA de baterista y no tenía grupo, y entró por Sergito, que estaba como en tres grupos de punk rock a la vez, además del mío, y tenía una sola batería. También se autoincluyó Raulito Martínez en las congas, que se apareció un día en la sala de mi casa, donde estábamos ensayando mientras mi abuelo dormía, y nos colaba café a cada rato, tocó y se quedó en el grupo. 


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Luis Barbería, Vanito Brown, Boris Larramendi y Alejandro Gutiérrez.


¿Cómo nació Habana Oculta

Por ese tiempo llegaron Gema y Pavel de España, donde llevaban varios años. Ellos estaban de productores del sello independiente Nubenegra y me propusieron participar en el disco compilatorio Habana Oculta, junto con Andy Villalón, Carlos Santos, José Luis Medina, Pepe del Valle —que ya era mi cuñado en esas fechas—, Luis Barbería y el dúo Superávit —compuesto en ese entonces por Raúl Ciro y Alejandro Frómeta.

Alejandro Gutiérrez y Vanito grababan en ese momento un disco con ARTEX, Vendiéndolo todo, y tenían planes de viajar a Ecuador, así que no pudieron estar en el Habana Oculta, como era el deseo de Pavel y Gema. En su lugar, le propuse a Pavel que grabara a Kelvis Ochoa, que había venido a La Habana desde Isla de Pinos un par de años atrás. Kelvis tenía a la sazón un grupo de rock alternativo muy bueno, 4 Gatos, y compartía conmigo sus equipos y local de ensayo; además de otras mil andanzas impublicables. Pavel, luego de ir a uno de sus conciertos, acabó aceptando reticentemente. Nadie podía imaginar en ese momento el pedazo de sonero y compositor que Kelvis acabaría siendo.

Ese disco, en el que cada uno incluyó dos temas, se grabó en condiciones bastante precarias y dio origen a mil anécdotas, algunas de las cuales, al cabo de los años, luego de habérselas contado Pavel —quien iba a ser originalmente el productor de la banda sonora con nuestras canciones—, usó el director Benito Zambrano para su aclamado filme Habana Blues. Cuando meses después nos mandaron el disco y en Radio Ciudad de La Habana, Radio Taíno y Radio Metropolitana empezaron a poner las canciones, empezamos a ser alguien, e incluso nos invitaron a actuar en algunos programas de televisión.

Quizá debimos haber cogido el dinero y darles el disco acústico, con lo cual nos habríamos embolsado cada uno un poco más de dinero; pero no nos pasó por la cabeza, resabios de habernos criado en el comunismo, supongo.

¿Saliste hacia España por el disco?

La publicación de Habana Oculta en España, gracias a la perseverancia y terquedad de Pavel y Gema, porque el dueño de Nubenegra no estaba convencido de que ese proyecto pudiera funcionar a ningún nivel, ni artístico ni comercial, nos valió solo un compromiso por parte de la disquera a viajar en algún momento a España para presentarlo en directo. Pero algunos de los que habían grabado el disco no aceptaron, alegando que Nubenegra ni siquiera nos había firmado un contrato discográfico ni de retribución de ningún tipo y que el compromiso de llevarnos a España a tocar no era suficiente. Fueron Alejandro Frómeta, Raúl Ciro y Carlos Santos. Este último terminó incorporándose a Superávit, con lo cual se convirtió en un trío. 

Tenían toda la razón, todavía a estas alturas ese tipo nunca nos ha pagado nada de royalties por ese disco y aún lo tiene en todas las plataformas online. Pero en aquel momento mi prioridad, y la de los demás que aceptamos, era salir de Cuba y ver qué había afuera. Estábamos cansados de tocar gratis en sitios como el Café Cantante del Nacional, llenarlos cobrando la entrada, soportar que luego los administradores se quedaran con toda la recaudación y nos botaran de allí. Llegaron incluso a cortarnos el sonido en la última canción.

Así que, cuando milagrosamente la invitación a España se materializó un año después, solo seis de los que habíamos participado en el disco viajamos, sin nuestras bandas ni músicos, a guitarra pelá’, y aterrizamos en España. Hicimos un concierto desastroso en Bilbao, con una banda excelente con la cual nunca pudimos ensayar, por cortesía del MINCULT y el MININT, que nos demoraron muchísimo el permiso de salida. Y así fue como nos quedamos en la calle, en Madrid, julio de 1996. 

¿Qué lograron hacer en esos primeros tiempos en España?

Una vez más gracias a Pavel y Gema, y a su recién estrenado mánager Armando Gómez, que era muy amigo de Manolo Aguilar, AR de BMG Ariola, Tú me amas, una canción compuesta por Andy Villalón, fue incluida en el nuevo disco de Ana Belén, nada menos que a dueto con Ketama. Y luego de que Manolo viera uno de nuestros conciertos en la ya desaparecida sala Suristán, donde tocábamos solo con la guitarra y nos hacíamos coros entre todos como en las peñas de La Habana, nos propuso grabar eso mismo en un disco. 


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Vanito Brown y Boris Larramendi. La Tropical.


Al dueño de Nubenegra, al que ya no le parecíamos tan mal negocio, le molestó bastante; pero como no nos había querido hacer ningún contrato, no tenía derecho a exigirnos nada. Gracias también a Armando Gómez, la persona que más nos ayudó en esa primera época consiguiéndonos conciertos e incluso llevándonos a vivir a todos a su casa, firmamos con una editorial de música importante, Peer Music, que nos adelantó lo que para nosotros era muchísimo dinero. No lo era; pero nunca nos habían pagado por nuestro trabajo. Así que, en menos de un mes, nos había fichado una multinacional en España para grabar un disco como colectivo de cantautores; teníamos editorial para nuestras canciones y hasta mánager. Quizá también porque en ese año la canción de autor se había vuelto a poner de moda en España, gracias a gente como Pedro Guerra, Ismael Serrano y otros; a BMG Ariola, que también había grabado y editado el año anterior el disco Como los peces, de Carlos Varela, le pareció buen negocio fichar seis cantautores cubanos de una tacada. 

Hicimos un demo acústico, solo guitarras, voces y algo de percusión que les encantó. Ellos querían que el disco fuera justo eso, pero ahí nos plantamos y dijimos que no, que llevaba más músicos, hasta que logramos que contrataran a una banda completa para grabar los arreglos de nuestro primer disco en España, producido por Gema y Pavel, Habana Abierta.

¿Por qué Habana Abierta?

Habana Abierta porque el nombre de Habana Oculta lo había registrado el dueño de Nubenegra. Quizá debimos haber cogido el dinero y darles el disco acústico, con lo cual nos habríamos embolsado cada uno un poco más de dinero; pero no nos pasó por la cabeza, resabios de habernos criado en el comunismo, supongo. Cuando ya estaba todo listo prácticamente para entrar al estudio, a Pavel se le ocurrió que podíamos añadir a Alejandro y a Vanito, quienes aún seguían en Ecuador. Gracias a su bendita tozudez, logró que BMG los incluyera en el proyecto y los trajera a España, previa aprobación nuestra y a pesar de que pasaríamos de seis a ocho para repartir ganancias. Los seis originales dejamos grabadas nuestras canciones a finales de diciembre y regresamos a La Habana, a la cual estábamos locos por volver, triunfantes. 

Nos vimos en Madrid prácticamente sin trabajo y con el añadido de que éramos ocho, no seis, para repartir y tomar decisiones. En fin, ese fue un invierno muy duro.

¿Y una vez en La Habana?

A las 2 semanas de regresar ya yo me estaba cagando (con perdón) en la hora en que decidí que virar para especular era buena idea. Durante mi estancia en España perdí el chip que nos instalan a todos los cubanos desde que nacemos y, aguantar la sarta de tonterías, arbitrariedades, abusos absurdos, mezquinos y mediocres que constituyen la vida normal de cada día en Cuba, se me hizo intolerable. 

También se acabó mi grupo Debajo, no iban a esperarme eternamente. 

Luego de una espera de seis largos meses, logramos que en el Ministerio de Cultura nos volviera a dar el permiso de salida. Fernando Rojas, quien era el presidente de la Asociación Hermanos Saíz, nos mintió diciéndonos que nos tramitaría de nuevo esos permisos, para al final decirnos que, como habíamos firmado contrato con una empresa extranjera, esta vez para salir deberíamos lograr que una empresa cubana nos incluyera en su plantilla, previa audición. De esta forma, el Estado cubano se embolsaría una parte de nuestras posibles ganancias. Después de la audición que, modestia aparte, superamos fácilmente, no recuerdo si para la empresa Benny Moré, nos dieron los dichosos permisos y nos fuimos. 


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Boris Larramendi con Bebo Valdés, Alain Pérez y Alejandro Frómeta.


¿Cómo fue el regreso a España?

Regresamos en junio de 1997. Para sorpresa, BMG había despedido a Manolo Aguilar, el AR que nos contrató. A su sucesor, Carlos López, el disco que habíamos grabado no le parecía nada bueno, así que lo engavetó. Nos vimos en Madrid prácticamente sin trabajo y con el añadido de que éramos ocho, no seis, para repartir y tomar decisiones. En fin, ese fue un invierno muy duro. 

Un año después, por fin, BMG decidió que sacaba el disco y lo hizo, chapuceramente. El orden original de las canciones no sé por qué se perdió y en el CD que se editó están dos canciones de fulano, luego dos de mengano, y así sucesivamente. Sin ningún sentido de coherencia ni fluidez para el que escucha. Pero bueno… a falta de pan. 

Armando Gómez logró que una oficina de dirección muy importante de España, Doctor Music, nos fichara y empezamos a girar por pequeñas y medianas salas de toda la península, con guitarra y voces nada más. Casi nunca pudimos reproducir en directo el sonido del disco porque añadir una banda de 4 o 5 músicos a los 8 que ya éramos siempre fue prácticamente incosteable, a menos que tuviéramos un éxito fulminante de ventas, que nunca tuvimos.  

BMG tiró la toalla con Habana Abierta y nos dio la carta de libertad de nuestro contrato con ellos, que era por 5 discos.

Pero Tú me amas, en nuestra versión, fue número 1 de Cadena Dial, la emisora de música latina más importante de España. Conocimos a muchos músicos españoles extraordinarios que nos recibieron muy bien, apreciaron mucho nuestra música y nos ayudaron todo lo que pudieron. Salimos, pagados por la discográfica, en varios programas televisivos de máxima audiencia. Actuamos en el After de los Premios Onda, rodeados de la crema y nata de la industria discográfica, y participamos en varios festivales importantes; como, por ejemplo, el Doctor Music Festival, que organizaba nuestra oficina y en el que estuvieron también Bob Dylan, Deep Purple, Dave Mathews Band, Iggy Pop, Beastie Boys y un largo etcétera. No tuvimos nada que ver con ellos; pero actuar en uno de los escenarios de ese mismo evento se puede poner en el currículum, lo cual queda muy bien. 

¿Trabajaron con Ana Belén? 

Sí, por esa época actuamos y grabamos con Ana Belén, en un disco de homenaje a Lorca producido por Michel Camilo. Fue muy lindo trabajar con ella, nos trató muy bien.

¿Qué pasa después del primer disco?

Luego del primer disco, dos de nosotros, Andy Villalón y Luis Barbería formaron el dúo Claroscuro, al cual Manolo Aguilar le intentaría conseguir un contrato discográfico; sin éxito esta vez, a pesar de su calidad musical, o quizá por eso mismo. Ya la moda de los cantautores había pasado. Ser o hacer música cubana era un handycap para intentar entrar en las radioemisoras y otros medios españoles. Incluso en el primer disco, el primer single que BMG sacó fue una canción de Kelvis Ochoa, una balada pop muy linda de su repertorio con 4 Gatos, titulada Tardes de Café; el argumento de su AR, Carlos López, era que era perfecta porque no parecía cubana. 

24 horas.

Cuando volvimos a ser 6 en Habana Abierta, grabamos el disco 24 horas, donde todos asumieron el estilo de fusión timba rock. Fue producido también por Gema y Pavel. Hay excelentes canciones en ese disco y unas letras que todavía hoy, cuando lo escucho por ahí, me parecen fuera de liga. Luego de editado, y a pesar de que BMG le pagó muy buena promoción a su single, Cuando salí de La Habana, otra excelente canción de Kelvis Ochoa, la primera que compuso en el estilo de raíces cubanas que lo caracterizaría, no pasó nada en España. No vendimos discos y casi ni tocamos. 


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Habana Abierta.


¿Y en La Habana los escuchaban?

Sin nosotros saberlo ni sospecharlo, mientras disfrutábamos del éxito en La Habana y de rebote en Miami, en España estábamos empezando a comernos un cable de nuevo. Aún hoy la gente me habla con admiración de lo que representó ese disco y yo ni sé qué decir, porque fue un éxito que no vivimos.

BMG tiró la toalla con Habana Abierta y nos dio la carta de libertad de nuestro contrato con ellos, que era por 5 discos. Como Kelvis Ochoa le parecía el mejor y más prometedor artista de todos nosotros por su gran talento, simpatía y energía escénica, decidió apostar por grabarle un disco en solitario, producido por Alejo Stivel; uno de los productores de más éxito de ese momento, responsable entre muchos otros, de 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina. Los demás nos volvimos a desbandar, actuábamos esporádicamente como Habana Abierta, o en solitario. 

¿A qué te dedicaste durante ese tiempo?

Por ese tiempo nació mi hija, me busqué otros trabajos alejados de la música, también esporádicos, y monté junto a Kiki Ferrer, quien recién había llegado a España, y a Nam San Fong, exguitarrista de 4 Gatos, el trío Los Frikis. Embullado en parte por Alejo Stivel, quien nos dijo a Kelvis y a mí que le gustaría trabajar con nosotros. Así que me dediqué a componer, cambiando un poco el estilo, usando otros ritmos africanos y brasileños, en vez de solo cubanos, y a montar canciones en un formato de trío punk pop. 

Todo aquello era un poco raro; pero…, en fin, creo que ninguno tenía dinero para ir a Cuba por cuenta propia, ni pasaportes, ni permisos en regla.

Tu primer disco en solitario, Yo no tengo la culpa…

Después de varios demos, Alejo me llamó y me grabó el que sería mi primer disco en solitario, Yo no tengo la culpa, y enseguida le encontró discográfica, Zomba Records; la misma discográfica de Backstreet Boys y Britney Spears, que acababa de abrir oficinas en España. Para el disco sumé a la banda a Haru Mori, exintegrante del grupo de Athanai, en el bajo, que hasta entonces tocaba Nam San, y así ganaba a la vez un bajista y un guitarrista líder mucho mejor que yo. 

A finales de 2002 salió el disco. En el primer single, Yo no tengo la culpa, intenté imitar el estilo de ciertas canciones de Gerardo Alfonso; sin embargo, a todo el que la oye, le recuerda a Manu Chao. Estuvo 3 semanas siendo la más radiada en Cadena Dial, sin que la discográfica pusiera ni un céntimo. 

¿Regresaste a La Habana después del disco?

Kelvis, al cual tampoco BMG pudo o supo vender bien en España, había regresado de visita a Cuba en esas fechas y, para su sorpresa, se había encontrado con el enorme éxito y popularidad de Habana Abierta. Así que la idea de retornar empezó a cobrar forma. Abel Acosta, que por entonces tenía no sé qué cargo en el MINCULT, viceministro puede ser, se reunió con nosotros en Madrid, también con Athanai, Gema y algunos músicos cubanos más. Pavel, que lo conocía de la Universidad, no quiso asistir, advirtiéndonos que ese tipo era un esbirro. 


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Boris Larramendi. La Tropical.


Acosta nos propuso que regresáramos, que a los que no tuviéramos papeles nos los arreglarían, que nos pagarían el pasaje y la estancia, que éramos parte de la cultura cubana, etc. Todo aquello era un poco raro; pero…, en fin, creo que ninguno tenía dinero para ir a Cuba por cuenta propia, ni pasaportes, ni permisos en regla. Hacía varios años que no íbamos, extrañábamos a nuestros familiares y no sabíamos cuándo íbamos a volver a verlos. ¿Vamos a poder cantar lo que nos venga en gana? ¿Sí? Pues pa’lante. Así que, en enero de 2003, los seis de 24 horas, menos Pepe del Valle, que alegó miedo a volar, aterrizamos en La Habana. 

¿Por qué el concierto fue en el Salón Rosado de la Tropical?

A pesar de las gestiones de amigos comunes como Darsi, la representante de la SGAE en La Habana, Jorge Perugorría, e incluso creo que de Kcho, amigo de adolescencia de Kelvis, el Carlos Marx nos fue vedado; como solución de última hora se propuso el Salón Rosado de la Tropical. Yo nunca había estado y de fresco dije que sí; los demás no estaban tan convencidos. Cuando fuimos a probar sonido y vi lo grande que era, me acojoné, pero ya era tarde. 

Musicalmente fue un desastre, el sonido, cortesía de la UJC, era pésimo. No escuchábamos nada en el escenario. Nosotros desafinamos como bestias, se subía cualquiera a hacernos coros y desafinaba aún más. Pero la banda de apoyo sí tocó muy bien, eran Kiki, Nam San y Haru, además de Robertico Carcassés en el piano, Elmer Ferrer en la guitarra eléctrica, Yhosvanny Terry en el saxo y el Pícaro en las congas.

Así y todo, fue un éxito.

Todas las personas que me he encontrado años después, que estuvieron en ese concierto de La Tropical, ni se enteraron del desastre. La gente se lo pasó genial, aquello fue un gigantesco karaoke de canciones de Habana Abierta. Yo aproveché y estrené varias de mi disco nuevo y la gente las gozó como si las hubiera oído siempre. 

Un par de meses después de nuestro regreso apoteósico a La Habana, el régimen cubano desató la represión que luego se conoció como la Primavera Negra.

No sé ni cuánta gente entró. Nos dijeron que diez mil. Era la primera vez que en la Tropical se hacía algo de música que no fuera timba pura y dura. En el último tema que tocamos, una versión de Chirrín Chirrán que nos pareció estupendo hacer en La Tropical, como homenaje a Los Van Van, de pronto sentí, justo en la intro, que la batería de momento paraba y luego arrancaba de nuevo con tremenda potencia. Cuando me viré a mirar, era que Samuel Formell, que yo no sabía que estaba allí, había ido corriendo hasta el drum y se lo había reclamado a Kiki, quien, por supuesto, se lo cedió. ¡Ese fue el final!

Pero igual, regresaste a Madrid.

Nunca me planteé quedarme. Tenía muy claro que las condiciones por las que decidí irme de Cuba no habían variado nada; lo que había variado es que ahora yo era “famoso” y podía disfrutar de ciertos privilegios, con la condición de no molestar demasiado. Incluso podía hacer, de alguna manera, canciones críticas con la realidad cubana, siempre manteniendo la vieja máxima de meterme con la cadena, pero no con el león. En fin, muy bonito todo, pero yo no quiero privilegios, quiero derechos, los mismos para todo el mundo; si no es así, ahí les dejo la guara y todo lo demás. Y así fue. 

¿Qué encontraste al regreso?

Cuando regreso, resulta que Zomba Records, la compañía que había sacado mi disco en solitario, Yo no tengo la culpa, había sido comprada por BMG Spain; la misma que había fichado y posteriormente despedido tanto a Habana Abierta como a Kelvis. O sea, que di tremenda vuelta para caer con los mismos. Ya en la primera reunión que tuve con Carlos López quedó claro que, a pesar de que el primer single había funcionado bien, lo último que querían era tener a otro cubano por allí. Así que, al cabo de unos meses en los cuales no hicieron nada más de promoción, engavetaron el disco. Eso sí, se quedaron con la propiedad del máster y me dejaron de nuevo en la calle, sin llavín y con tremenda cara de comemierda por haber trabajado todo ese tiempo para nada. 


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Boris Larramendi. Miami, 2003.


La Primavera Negra…

Un par de meses después de nuestro regreso apoteósico a La Habana, el régimen cubano desató la represión que luego se conoció como la Primavera Negra. Encarceló a decenas de activistas prodemocracia y periodistas independientes, entre ellos mi admirado Raúl Rivero, y los condenó a penas obscenas de más de 20 años de cárcel. Además de fusilar a tres jóvenes que protagonizaron el intento pacífico de secuestro de una lancha. Me sentí utilizado por todo el estamento cultural que nos había invitado a tocar allá, me sentí avergonzado. 

Firmé una carta online de condena contra esos hechos, que ya habían firmado muchísimas personalidades internacionales de la cultura. De nuestra gente, creo recordar que solo Pavel y yo nos atrevimos en ese momento. Una cosa es hacer canciones críticas y otra involucrarse con nombre y apellido en una condena de ese tipo; algo que hasta ese momento para nosotros había sido tabú.

¿Cómo llegaron a tocar en Miami por primera vez?

Ese mismo año, 2003, apareció Nat Chediak, cubano que emigró en 1960, director durante muchos años del Festival de Cine de Miami y autor del Diccionario de Jazz Latino; además de amigo personal de Fernando Trueba, con quien estaba lanzando Calle 54 Records. Todo fue gracias a las gestiones de Olguita Díaz, una amiga muy querida ya lamentablemente fallecida, que conoció nuestro trabajo y fue a Madrid con la idea de hacer un nuevo disco de Habana Abierta, juntar a los 8 miembros originales de nuevo y llevarnos a Miami a tocar. 

Ahí entré yo, hice el casting, pude llegar a los agudos y pegar los gritos que hacían falta. Necesitaba el trabajo…

En octubre de ese año, menos a Pepe del Valle y a Barbería porque nunca les llegó la visa, dimos dos conciertos en un teatro pequeñito, Coconut Grove Playhouse. Por una rara simetría, el sonido también fue malo, no había potencia suficiente. Recuerdo que se fueron los fusibles en medio del concierto y gritamos: “¿Esto es la Yuma o qué? ¿Dónde está la gente del G2?”. 

¿Boomerang?

Aquella desastrosa primera presentación en Miami no desanimó a Nat, que con infinita paciencia empezó a preparar el que sería nuestro disco de regreso. Boomerang terminó producido por Alain Pérez, genio cubano polifacético, bajista, compositor, arreglista y cantante. Fue el disco de Habana Abierta que más disfruté grabando, el que mejor se escucha y en el que mejor pude expresarme. 

Había compuesto mucho desde que apareció Nat con la idea; le mandaba canciones que invariablemente descartaba con mucho tacto, hasta que hice “Asere, ¿qué volá?”. El tema es una incursión en el rap que se me ocurrió porque en todo lo que escuchaba cubano en ese género y en esa época, me parecía que faltaba el comentario político y generacional sin autocensura de ningún tipo, así que me atreví a intentarlo. Por supuesto, seguro habría pila de gente haciéndolo, pero a mí no me llegaba; aunque debo confesar que no era muy seguidor del género, solo escuché lo más famoso.

En cuanto Nat la oyó, me escribió un mail muy escueto informándome que ahora sí, que esa entraba al disco junto con “Siempre Happy”, de la cual siempre me habló bien. También compuse un par de temas con Kelvis: “El relajito” y “Basta que lo digas tú”, que a Nat le parecieron estupendos y cuyo resultado me gusta mucho. Pero Boomerang tampoco vendió nada en España y pasó lo mismo que con los otros dos discos, gustaba mucho en Cuba y Miami. 


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Boris Larramendi con Ángel Frómeta, Sergio León y Azari Alom.


¿Bebo Valdés? 

Nat, al que “Siempre Happy” le encantó desde la primera vez, me preguntó si me parecería buena idea que Bebo tocara el piano en la grabación. Bebo la tocó, con su inconfundible estilo, y yo nunca le estaré suficientemente agradecido a Nat por haber logrado que fuera interpretada por este genio. Conocer al maestro y haber podido compartir con él es uno de los grandes hitos en mi carrera. 

Habana Blues

Esa película tuvo mucho éxito en España. La banda sonora, aparte de las siete canciones inventadas ex profeso para la película, tenía temas de muy buenas bandas cubanas reales, como Porno para Ricardo. Se vendió muy bien y se saltó el mecanismo de difusión de las radioemisoras y las televisoras españolas. Entonces, a un mánager español muy listo se le ocurrió lanzar una gira de la Habana Blues Band; es decir, la banda del protagonista de la película. Como esa banda no existía en realidad y era la que tocaba las canciones de mayor éxito del disco, llamaron a Dayan y a Kiki, que eran los músicos reales que habían tocado y compuesto la mayor parte de la música, para que montaran un grupo que saliera de gira por España. 

Ellos llamaron a X, que a su propuesta también había sido quien en el disco escribiera las letras y las cantara, pero no sé por qué no se pusieron de acuerdo. Luego a Kelvis, que también canta en la película y estaba ya viviendo en Cuba, le demoraron la visa los españoles. Ahí entré yo, hice el casting, pude llegar a los agudos y pegar los gritos que hacían falta. Necesitaba el trabajo, porque la salida del disco de Habana Abierta se retrasaba y yo había dejado una prometedora carrera limpiando grasa y friendo nuggets en un Burger King del Paseo del Prado; o sea, que no me venía nada mal el dinero. Así que cogí el trabajo de frontman de la Habana Blues Band. Giré con aquel invento por España dos años, simultáneamente con Habana Abierta, Cuando por fin salió el disco Boomerang, mucha gente en España se enteró de que Habana Abierta existía y que la película de cierta forma estaba inspirada en nosotros, porque cantábamos Kelvis y yo. 

Me fui hartando, hasta que finalmente salí, a finales de 2008. Los malos rollos producto del choque de egos se me hicieron insostenibles y no había dinero.

Zambrano se cuidó mucho de hablar de Habana Abierta en ninguna de las entrevistas que dio a medios españoles; aunque casualmente, cuando lo entrevistó el portal de Internet Cubaencuentro, lo primero que mencionó fue nuestro nombre. Gajes del oficio. A los dos años, al no sacar la Habana Blues Band ningún material nuevo y, por ende, disminuir los conciertos y el interés tanto de la oficina como del público, Kelvis regresó a La Habana y entró Athanai a sustituirlo. Poco después me fui yo también, creo que duró 3 conciertos más. Pero gracias al dinero que gané con ese invento me compré una interfaz MBox con ProTools y comencé a aprender a grabar y a editar música, a autoproducir por fin mis cancioncitas.

¿Primer concierto en Miami Dade County Auditorium?

En marzo de 2007 surgió por fin la oportunidad, gracias esta vez a Ever Chávez y a FUNDarte, de ir a Miami a presentar ese disco. Andy no quiso ir, tenía un trabajo de guitarrista en un crucero y lo prefirió; Kelvis estaba en Cuba, donde le iba y le va muy bien, y no quiso regresar a Madrid a recoger la visa para Estados Unidos; y ya en el avión, Pepe del Valle se bajó, pánico a volar de nuevo. Así que los cinco que llegamos a Miami reventamos el Miami Dade County Auditorium en una noche de tremendo aguacero. Por fin pudimos reeditar en Miami algo parecido a lo de La Tropical cuatro años antes. Hicimos radios y televisiones a tutiplén, y en todas partes subíamos la audiencia, o eso nos dijeron. 

En julio de ese año pedí un adelanto en la SGAE y me fui a Cuba de vacaciones con mi hija y mi mujer, Ivette Falcón; maravillosa violonchelista cubana que ha tocado en todos los discos de Habana Abierta, míos, de Gema y Pavel, y en muchos otros más. Durante mi estancia, y gracias a la generosidad de Frank Delgado, toqué en su peña del anfiteatro Almendares y luego di un concierto entero yo solo a guitarra nada más, allí mismo, con la ayuda de Robertico Carcassés en el cajón en varios temas y los coros de Kelvis en otros. Tuve la inmensa satisfacción de comprobar que temas como “Asere, ¿qué volá?” eran coreados hasta la mínima coma por la gente que reventó también ese espacio. ¡Alimento pa’mi alma!

¿El segundo concierto en Miami?

Ya de regreso en Madrid, preparamos el retorno a Miami con Habana Abierta en octubre de ese año. Pero no fue lo mismo, ya solo éramos los cinco que habíamos logrado ir en marzo y la crisis económica mundial había empezado. A pesar de eso, tocamos en New York en el SOB’S, un sitio mítico de música latina, y lo reventamos también. En Miami también dimos por terminado el contrato discográfico con Calle 54 Records. 


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Habana Oculta.


Yo aproveché el viaje para grabar en New Jersey, en casa de Horacio el Negro Hernández, el genial batería de fusión cubano, los drums de mi siguiente proyecto en solitario, Libre; y también las congas del excelente percusionista puertorriqueño Richie Flores. Desde hacía año y pico estaba grabando en casa ese disco, programando todos los arreglos, tocando todas las guitarras, e incluso cuando estuve en Cuba de vacaciones grabé un par de pianos con Robertico Carcassés. 

¿Por qué sales de Habana Abierta?

Me fui hartando, hasta que finalmente salí, a finales de 2008. Los malos rollos producto del choque de egos se me hicieron insostenibles y no había dinero. El proyecto surgió gracias a la amistad y empuje de Pavel Urkiza y Gema Corredera como la única forma de sacar de Cuba a todos los cantautores amigos suyos con los que compartían valores estéticos y personales, y darles un punto de arranque para canalizar por separado su creatividad. Pero no podía funcionar como banda estable, logísticamente hablando, a menos que por un éxito comercial, que nunca alcanzamos, hubiéramos tenido los recursos financieros para pagar a todos los músicos de apoyo que necesitábamos. El nivel de disciplina y autoexigencia de nosotros, sus integrantes, nunca rebasó en su conjunto el de la Peña de 13 y 8. Es muy difícil encontrar público que pague el dinero suficiente para mantener funcionando ese proyecto cuando el show que se ofrece no rebasa el nivel de aficionados. 

Así que me dije, para morirme de hambre, me muero de hambre yo solo. Y hasta el sol de hoy. Prefiero estar tranquilo haciendo mis cancioncitas para los cuatro gatos a los que les puedan interesar, sin malos rollos. Eso sí, les deseo muy buena suerte a todos los que se han mantenido usando ese nombre. Y estoy muy orgulloso de los discos que hicimos juntos; para mí, son de lo mejor que se hizo en esa época en la música cubana.

Tus discos independientes en solitario en España: LibreFelicidadLa cibertimba y el Bárbaro…

Libre lo autoedité y terminé a principios de 2009, en plena crisis y luego de regresar a Madrid, gracias a los oficios de muy buenos amigos y la infinita paciencia y sabiduría de mi esposa Ivette, que lo coprodujo conmigo, y con Horacio el Negro. Aprendí a mezclar y masterizar por el camino, hice miles de pruebas, porque quería saborear la independencia absoluta en el terreno discográfico.

El 4 de diciembre de 2014, día de Santa Bárbara, regresé a Miami, pedí asilo en el aeropuerto y empecé todos los trámites.

Felicidad se nos ocurrió a Ivette y a mí para aprovechar nuestra química espectacular y las inmensas posibilidades del violonchelo como instrumento, e hicimos versiones a guitarra y chelo de gran parte de mi repertorio. A eso le añadimos un cajón flamenco y ante la buena respuesta en directo del público, decidí hacer un EP de solo 5 canciones para presentar el nuevo formato. Así grabamos de nuevo Felicidad, en el cuarto de un piso de alquiler de Madrid, que autoedité en versión online en 2010. 

La cibertimba y el Bárbaro fue en 2013, un disco hecho casi totalmente con programaciones y samplers como base, con la rítmica afrocubana que caracteriza mis composiciones, pero con sonoridad más tecno, hip-hop o de rock industrial. Pude producirlo gracias a un sitio de crowdfunding que ya no existe llamado Yagruma, fundado por un amigo mío de la Lenin, Ubaldo Huerta.

¿Tu faceta de activista?

Luego de la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata, la dictadura liberó a los presos de la Primavera Negra y los deportó a Madrid. Fui a conocerlos y llevarles ropa de abrigo al humilde hostal donde estaban asilados. 

A finales del año 2013 recibí una invitación de Estado de Sats a participar en un evento sobre Derechos Humanos en Cuba. No me lo pensé y acepté. Me pagaron el pasaje y yo me presenté en la embajada de Cuba a renovar mi pasaporte, siempre pensando que, después de toda mi actividad pública en contra del régimen, no me iban a dejar entrar; además, no tenía vínculos con las instituciones cubanas. Para mi sorpresa, me dejaron entrar. Supongo que las autoridades pensaron que yo había vuelto al redil, porque por esas fechas se puso de moda entre los artistas cubanos residentes en España regresar a vivir a Cuba, producto de la crisis en la Madre Patria. Y yo, que iba con unas intenciones totalmente distintas, llegué a La Habana y enseguida empecé a aceptar invitaciones para tocar. 

Todo coincidió con la muerte de Mandela y el apretón de manos entre Obama y Raúl Castro. Nadie sospechaba lo que se estaba tramando a espaldas del pueblo cubano. Di un concierto en el Bar Esperanza, a guitarra y acompañado por mi hermano Robertico Carcassés en el cajón como años antes en el Almendares, al que asistieron, disimulados entre todo el público, Antonio Rodiles y Ailer González, de Estado de Sats. Al terminar, me monté con ellos en su viejo carro y me llevaron a casa de Antonio, la sede del proyecto, que amaneció al otro día rodeada por la Seguridad del Estado. Activistas y otros artistas invitados que quisieron llegar a la sede fueron arrestados en las inmediaciones. Algunos, como la casa está a la orilla del mar, se tiraron entre los arrecifes y llegaron nadando, entrando por detrás.

¿Qué sucedió allí?

Allí estuve sitiado 3 días con sus noches, las jornadas durante las cuales el evento estaba planificado. Desde la azotea, integrantes de Estado de Sats filmaron todo el mitin de repudio. Con todo ese material editaron luego el documental Gusano, que se puede ver en YouTube. Presencié los arrestos y las golpizas que recibieron los miembros del proyecto que, el último día, se arriesgaron a salir y cuestionar a los represores. 

El evento, como estaba planeado, cerró con un concierto mío a guitarra nada más, uno de los más importantes que he dado en mi vida, dándole la espalda a los arrecifes por donde el primer día habían llegado nadando aquellos participantes y donde ya habíamos visualizado a algunos esbirros acechando por los muros de las casas colindantes. De pronto, anocheciendo, cayó un aguacero tremendo y desbarató el mitin de repudio que había durado todo el día, que supuestamente cerraría con una pipa de cerveza y un concierto de la Orquesta Revé. 


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Boris Larramendi.


Esa misma noche fueron liberados poco a poco todos los detenidos y aproveché para largarme en un carro de alquiler hasta mi casa. En fin, tres días después, sin saber si me iban a dejar salir, fui hasta al aeropuerto y regresé a Madrid. No he vuelto a Cuba desde entonces, ni ganas tengo. Creo que, en mi atrevimiento, tuve suerte de que, sin saberlo ninguno de nosotros, las conversaciones entre Obama y Raúl Castro iban viento en popa y, como yo en realidad soy bastante insignificante y desconocido para el 99 por ciento de la gente allá, se limpiaron el trasero con mi audaz gesto. Uf, ¡qué alivio sentí al aterrizar en Barajas! Con todo eso, hice una canción, “Aguacero de libertad”, que incluí en mi disco Samurai

¿Por qué deciden venir a Miami?

En 2014, el día de mi cumpleaños, mi esposa, que era directora de una Escuela Municipal de Música en Madrid, se enteró de que la nueva empresa que había asumido la gestión de esos conservatorios y que llevaba tiempo recortando salarios, había decidido quitarla del puesto. Nosotros básicamente dependíamos de su sueldo para pagar el alquiler y todas las facturas, no tengo ni idea de cómo habríamos subsistido. Recuerdo que le dije: “Es la patada por el culo que nos hacía falta”. Solicité y me otorgaron una visa de cinco años, de esas que Obama andaba regalando a todo el mundo, esbirros y chivatones incluidos; supongo que por mi reciente activismo, el cual expliqué prolijamente a la americana que me entrevistó en la embajada en Madrid. Así que me puse en contacto con varios productores de Miami y, en agosto de ese mismo año, vine con mi esposa, quien nunca había estado. Di varios conciertos con muy buenos resultados y la convencí de que aquí era donde debíamos estar. Dicho y hecho, regresamos a España y empezamos a preparar nuestra segunda emigración, después de 22 años ella y yo 18 en la Madre Patria, y con nuestra hija Adela, con 14 recién cumplidos. 

El 4 de diciembre de 2014, día de Santa Bárbara, regresé a Miami, pedí asilo en el aeropuerto y empecé todos los trámites. Ivette y Adela, las dos ciudadanas españolas, cruzarían por Canadá en enero. Yo también tenía la ciudadanía española concedida hacía dos años, pero gracias a la burocracia de allá, la inscripción no me acababa de llegar. El 17 de diciembre me desperté con la noticia de Obama y Raúl Castro dándose la lengüita. Mi esposa y mi hija allá en Europa todavía y yo de este lado, con todos nuestros documentos y dinero, y toda la vida en unas cajas. El momento en el que por fin nos pudimos reunir, pues ellas cruzaron en enero sin problemas por el Niágara, es de los momentos más felices de mi vida.

¡Me encantaría tener un mánager!

¿Qué has hecho en Miami?

Aquí en Miami, luchar desde abajo, poquito a poquito. Vine muy claro, sabía que iba a ser muy difícil vivir de la música que me gusta hacer. Y la verdad es que puedo hacer otra que no me guste, pero no me apetece y mi adorada esposa Ivette no lo soportaría. Así que, como nunca se me han caído los anillos por trabajar y aquí el que no trabaja es porque no le sale de las entrañas, he hecho de todo. ¡De todo! Por último, gracias a aquel título de Derecho que nunca me sirvió de nada ni en Cuba ni en España, una vez convalidado como un Bachelor Degree aquí en la Florida, me presenté a los exámenes para maestro de primaria de español y me los he ido sacando poco a poco mientras doy clase en un Elementary Charter School, en el Downtown. 

¿Y la música?

Todo esto sin parar de hacer conciertos ni de grabar mis discos. Aquí terminé y edité independientemente Samurai, que empecé a hacer en España yo solo, a base de samplers y programaciones; de ahí el nombre. Una de las canciones de este disco, “Exilio”, fue escogida como tema para la serie Leyendas del Exilio, de mi amigo y excelente director cubano Lilo Vilaplana, que acaba de ganar un EMMY por uno de sus capítulos, el dedicado a Willy Chirino. Con Lilo he colaborado en varios de sus cortos y, por último, tuve el honor de musicalizar su último filme, El Caballo, exclusivamente con canciones mías. Para esa película compuse, a pedido suyo, el tema que habla del levantamiento del 11 de julio, Aquí tó el mundo quiere libertad.

Tu disco más reciente: Yo vine a querer…

Yo vine a querer lo edité el año pasado, el sexto que hago en solitario. Compuesto todo por canciones hechas aquí en Miami y grabado con músicos; no hay programaciones como en mis dos discos anteriores. Tuve la suerte de contar con excelentes instrumentistas, la mayoría residentes en Miami, y de reencontrarme en las redes sociales con mi hermano Oscar Autié, el sonidista que grabó el primer demo mío con Nadia Nicola, difundido en Cuba en 1992. Muchos años después, con unos cuantos Grammy en su haber, Autié se encargó de mezclar y masterizar todas las canciones en su estudio El Cerrito Records, en California, hasta lograr el sonido de este disco. Para mi gusto, el más pulido y profesional de todos los que he hecho. Finalmente, pude presentarlo con todas las de la ley en el Museo de la Diáspora Cubana en Miami, uno de los corazones del exilio. Para mí fue un tremendo honor y satisfacción haber podido repletar ese sitio con un disco producido de forma totalmente independiente. Esta vez también incluí un poco de música campesina, quizá porque no creo encajar en lo que ahora se entiende por música urbana, aunque haya nacido y me haya criado en La Habana. 


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Boris Larramendi. La Tropical.


¿Tu estilo?

Sigo haciendo un revoltillo de timba, conga y son, con funk, rock y pop, toda la música que me gusta. Y aunque mi trabajo está en todas las plataformas online existentes, promocionarlo me da una pereza terrible; no creo que tenga ningún talento para eso, pero ahí le vamos dando. ¡Me encantaría tener un mánager!

¿Cuba y España?

Cuba sigue doliendo. Mientras esté aquello, no sé si regresaré. No sé qué futuro pueda tener. Una dictadura mafiosa así no creo que se caiga por vías pacíficas, sobre todo si es mantenida por oscuros intereses internacionales y toda la izquierda mundial. De España me tuve que ir también. Nunca pude ganarme la vida con seguridad allí, pero la adoro. Ahí sí que me gustaría regresar, pero no sé si a vivir. 

¿Miami?

Miami ha sido una excelente fuente de inspiración. Es donde está mi gente. Para esta ciudad, solo tengo gratitud. Es como vivir en La Habana que pudo ser. Me encanta vivir aquí, ser parte del crecimiento de esta urbe prodigiosa a la cual ya le he compuesto varias canciones, “Mayami” y “Ya cobré lo mío”, del disco Samurai; y “Guajira del pelícano”, de Yo vine a querer. He sido y espero seguir siendo muy feliz aquí, trabajar, trabajar y echar pa’lante. La novedad es que ya soy un cincuentón, creo estar de vuelta de muchas rebeldías, pero sigo sin estar a salvo de otras. Así que le sigo echando leña al fuego, dándole candela al jarro y tratando de no abandonar la mala costumbre de jugar con el león en vez de con la cadena. ¡Qué sé yo! Y el amor siempre está ahí. Como digo en una de las canciones de este último disco: “La realidad me fatiga, pero yo vine a querer”.


© Imagen de portada: Jorge Güiro.


Yo vine a querer (Álbum)






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Iván Acosta, al ritmo de la clave cubana

Ingeborg Portales

“Ya se cumplieron sesenta años desde que escapé de la tiranía castrista. Y créeme, no ha pasado un solo día sin pensar en lo que podría haber sido nuestro país. Todavía tengo esperanzas, no las pierdo. Tarde o temprano lo malo se acabará”.






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