Para quienes se desentienden del Caso Luis Manuel Otero

¿Cómo es posible que el cinismo de un gobierno, responsable de frecuentes muertes por derrumbes de viviendas, invente una acusación falsa por daño a la propiedad a un artista, acusación que además pretende llevar a cabo en un juicio sumario breve, sin garantías de ningún tipo para el acusado? 

Precisamente porque este gobierno, en su desesperación por mantener su dictadura a toda costa, comete atropellos inverosímiles violando sus propias leyes, ya de por sí absurdas y antidemocráticas.

El artista Luis Manuel Otero Alcántara pone al desnudo esta maquinaria represiva del Estado cubano. Un Estado que, más allá de su necia continuidad con las ideologías de esa revolución fracasada, hay que entenderlo como una mafia que usa el terrorismo estatal para amedrentar a los ciudadanos. 

Basta observar este mismo municipio, La Habana Vieja, donde vive y trabaja Luis Manuel Otero, para entenderlo. Hace poco más de un mes lamentamos la pérdida de tres niñas, sepultadas bajo los escombros de un derrumbe justo frente a la escuela donde estudiaban. Allí mismo, entre las ruinas, el Estado cubano construye diecisiete hoteles de lujo. 

¿A dónde van a parar los ingresos millonarios que ese municipio genera? ¿Cómo es posible que en un país con salario medio entre 20 y 30 dólares mensuales, la Primera Dama tenga 300 000 euros en una cuenta personal en un banco extranjero, por su trabajo como jefa de Servicios Académicos de la agencia de turismo Paradiso? 

Obviamente, los cubanos estamos siendo gobernados desde hace mucho tiempo por una mafia; una mafia que está defendiendo no una ideología sino unos ingresos millonarios, a costa de la ruina, la libertad, el éxodo y la vida de los cubanos.

Muchos se desentienden del caso de Luis Manuel Otero; algunos artistas incluso aventuran una crítica respecto a su legitimidad como artista, emulando al Decreto 349 y la penalización del intrusismo en la cultura. 

Se caen las casas, se mueren las personas, otras van presas, son amenazas y golpeadas; algunas prefieren el exilio a la amargura y frustración de vivir en una isla que es una gran prisión. 

Y en medio de todo esto, al Estado y sus cómplices les parece bien ponerse a evaluar quién es artista y quién no lo es, y a este último, el considerado intruso, aislarlo y someterlo al peso de leyes crueles, leyes que solo una mafia puede concebir.

(San Sebastián)





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