El hambre en la política

Dentro de los estudios de la ecología política del hambre, los períodos de inanición forzada se han interpretado como un uso armamentista (weaponization of starvation). Históricamente reconocida como un instrumento político de dominación en dictaduras y autoritarismos, el hambre así descrita, está relacionada con colonizaciones, guerras civiles, colectivismos comunistas, genocidios, holocaustos y otras formas de exterminio masivo. La Reconcentración del General Weyler (l896-1897), el Holocausto armenio (1915-1916), el Holomodor estalinista (1932-1934), el Hungerplan nazi (1941-1945), el Holocausto nazi (1933-1945) o la hambruna derivada del Gran Salto Adelante (1959-1960), son algunos de los muchos ejemplos donde se ha implementado una hambruna masiva para ganar control sobre la población o el territorio.


El hambre como dominación de los poderosos

Actualmente, el hambre sigue siendo un arma de guerra y dominación, aunque esté condenada como crimen de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional desde el Estatuto de Roma (2002). Su lógica perversa está presente en sociedades subordinadas a gobiernos autoritarios. Cartay y Dávila (2020), por ejemplo, explican cómo la utilización de los alimentos ha sido un arma política de sometimiento, dominación y control social en Venezuela, cuya principal consecuencia ha sido el éxodo masivo de millones de venezolanos en busca de mejores condiciones de vida. 

Un ejemplo bélico, más polémico, es la invasión rusa a Ucrania. Desde el comienzo del conflicto se señaló que las tropas rusas arrasaban las tierras de cultivo, destruían equipos agrícolas y plantaban minas terrestres en el suelo donde deberían crecer los cultivos. Las rutas de suministro tradicionales de Ucrania habían sido destruidas y sus puertos estaban bajo control ruso. En consecuencia, el comisario de agricultura de la Unión Europea, Janusz Wojciechowski expresó en marzo del año pasado: “La única interpretación es que [los rusos] quieren crear hambre y utilizar este método como método de agresión… Es un método similar al que se utilizó en la década de 1930 por el régimen soviético contra el pueblo ucraniano”. 

Según la FAO; el derecho a la alimentación y al agua potable son derechos básicos del ser humano. Por tanto, inducir premeditadamente el hambre es un problema moral, ético y de responsabilidad de la gobernanza a cargo. Sin embargo, existen factores mucho menos evidentes que la hambruna, pero efectivos a largo plazo, para mantener a las poblaciones subyugadas mediante la alimentación: la inoperancia y la corrupción burocrática, la distribución condicionada de alimentos, el desinterés por revertir la inseguridad alimentaria o invertir en la producción agrícola de un país, así como la mantención de un estado de desabastecimiento y la promoción de ejercicios de sobrevivencia y espera. En este caso, no hablamos de desnutrición crónica, sino de una subalimentación sistematizada con similares efectos políticos.


El hambre como reivindicación de los “sin poder”

Frente a vulneraciones autoritarias, vuelve a surgir el hambre; esta vez como mecanismo de defensa. La huelga de hambre es una manera de protesta pacífica que consiste en renunciar a cualquier tipo de alimentación para reivindicar el cumplimiento de algún derecho. La evidencia de una situación injusta por medio de la abstinencia de alimentos puede tener desde su inicio una duración determinada o ilimitada, con el fatal desarrollo de la segunda si este ejercicio sobrepasa los 60-90 días. Elementos comunes a este ejercicio de protesta son: la decisión voluntaria de privarse de alimento; la finalidad de conseguir el reconocimiento efectivo de un derecho juzgado, conculcado o no admitido; el procedimiento de presión sobre una persona o una institución causante de la injusticia reclamada; y la táctica de dar la máxima publicidad posible a la acción huelguista.

Activistas, intelectuales, políticos y ciudadanos han recurrido al hambre como ejercicio político para hacer valer sus derechos; entre ellos, el pacifista indio Mahatma Gandhi, la diplomática israelí Golda Meir, el periodista ucraniano Stanislav Aseyev, el anarquista español Amadeu Casellas, el sindicalista argentino Raúl Castells, o los opositores venezolanos Leopoldo López o Daniel Ceballos. En Cuba, también se han manifestado con este método el periodista Guillermo (Coco) Fariñas y los artistas Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel (Osorbo) Castillo Pérez, entre otros; así como numerosos presos políticos y de conciencia aún recluidos en la Isla. Otros disidentes cubanos, como Pedro Luis Boitel y Orlando Zapata, murieron producto de sus huelgas de hambre en prisión en 1972 y 2010, respectivamente.

La activista cubana Yanelys Núñez, en un trabajo más exhaustivo y actualizado sobre el tema en Cuba, explica cómo las huelgas de hambre son utilizadas por los presos políticos en Cuba como mecanismos de defensa y gesto cívico para luchar por la libertad.[1] De acuerdo con el mapeo elaborado por ese estudio, desde que se procesaran masivamente a los manifestantes del 11 de julio de 2021, al menos 52 huelgas tuvieron como principal objetivo el retiro de los cargos imputados —que respondían a delitos de violencia y atentado, irrespetando el derecho a la libre expresión política— y el respeto a la pluralidad. 

Otras demandas que compiló el reportaje son: el cese de tratos crueles, la mejora de los alimentos, la búsqueda de apoyo internacional, la asistencia médica, la posibilidad de ingreso de alimentos, la solidaridad con otros presos y acceso a comunicación telefónica para garantizar el cumplimiento de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos, llamadas Reglas Nelson Mandela.


El hambre como recurso entre la ética y la condena

La huelga de hambre, como última reivindicación y ejercicio de libertad, es criminalizada, violada y sujeta a criterio de seguridad nacional en regímenes autoritarios, ya que la libre voluntad de morir por los derechos que se persiguen es la demostración última de la ética personal del que disiente y, por tanto, un descrédito enorme al gobierno que lo reprime. De tal modo, muchos autoritarismos cuyas políticas se ven expuestas por el ejercicio de la huelga de hambre recurren a argumentos como la responsabilidad profesional y gubernamental para ejercer la alimentación forzada. Esgrimen también el derecho a la vida, aunque no haya garantías de dignidad en ella.

La ética del hambre por libre escogencia se pierde en contextos autoritarios donde se le da un tratamiento despectivo y criminalizador, según una búsqueda de Núñez en medios cubanos oficialistas como Cubadebate, La pupila insomne, Canal Caribe y Granma. Al respecto, recoge testimonios como el siguiente de la activista Berta Soler: 

“El gobierno cubano siempre busca cualquier herramienta para desmoralizarte, por lo que sí recomiendo que cuando una persona decida realizar una huelga de hambre tiene que ser hasta al final, y demandar cosas que realmente se le puedan arrancar al régimen; porque si no el gobierno espera a que llegue el momento en que tú caigas en shock para llevarte al hospital, medicarte, y enviarte de nuevo a la casa o si estás en prisión, te dejan morir, como ocurrió con el caso de [Orlando] Zapata”.

El mismo reportaje avisa que una reacción al uso para impedir el desarrollo de la huelga de hambre en Cuba es aislar al detenido, amedrentarlo y privarlo de su derecho a llamadas telefónicas y otros medios de comunicación, ya que esta forma de protesta es considerada una indisciplina grave, según Laritza Diversent, directora de la organización independiente Cubalex. Sin embargo, la huelga de hambre resulta ser la decisión cimera de la autonomía de una persona, incluso cuando ya ha perdido otros derechos. Es por ello que la Declaración de Malta sobre Personas en Huelga de Hambre afirma que no se debe obligar a los huelguistas a ser tratados si lo rechazan, que toda postura tomada bajo amenazas, presión o coerción de los pares pierde fuerza moral; y, por último, que la alimentación artificial y/o forzada contra el rechazo informado y voluntario es injustificable.

Si bien la huelga de hambre puede verse como una alternativa última ante la imposibilidad de reivindicar los derechos de los vulnerados, la propia naturaleza del contexto que la provoca asegura la continuación de ejercicios no democráticos que aspirarán a boicotear esta expresión. El hambre, entonces, no es solamente un canal de dominio y subordinación, sino que puede convertirse en una postura ética allí donde otras estrategias no han sido eficaces, para aquellos que poco tienen que perder más que su integridad. En sentido filosófico, el hambre, como ejercicio, es fundamental para la reconstrucción del sentido de lo político.





Nota:
[1] Yanelys Núñez: “75 huelgas de presos políticos en Cuba: la resistencia cívica aumenta tras el 11J”, en https://alastensas.com/mundo/75-huelgas-de-presos-politicos-en-cuba-la-resistencia-civica-aumenta-tras-el-11j/.


* Artículo firmado por persona protegida y publicado en colaboración con el Food Monitor Program.





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