La traición en primavera, la primavera increíble

Hasta de la primavera he escrito un poema.
Cosa increíble, la primavera.
Heberto Padilla

Durante meses, muchos meses, he pensado en la traición. La culpa está ligada a la traición, es uno de esos nudos ballestrinque, apretados y tensos. He sentido tanta culpa que muchas partes se me han entumecido. 

Ella me dijo que no lo hiciera, que tenía el presentimiento de que algo malo iba a pasar. De todas formas lo hice, era una promesa. Al hacerlo, me traicioné.

¿Pero qué es un artista esencialmente, sino un traidor al resto de los seres humanos y también a sí mismo? Enamorarse de un artista es enamorarse, fatalmente, de una traición. Quería escribir hace tiempo de eso, de lo que provoca ese sentimiento en uno, el sentimiento de la traición, y peor, la confianza cruel en que se disipará.

Los estados de Facebook podrían ser poéticas de la traición. Facebook está lleno de artistas y escritores exponiendo sus estados de Facebook (con foto y sin foto) mañana, tarde y noche. 

Diríase que se ha perdido, además, la perspectiva. Escritores de todo tipo se traicionan a sí mismos, exponiendo unos estados que no son literatura como si fueran literatura. Y cuando llegan a serlo, enseguida dejan de serlo, porque son estados de Facebook. Páginas en blanco.

He visto tres películas seguidas de Mia Hansen-Løve y he leído tres entrevistas de ella publicadas en español. La mujer habla de todo, en las entrevistas, menos de la traición. 

Los estados de Facebook podrían ser poéticas de la traición.

Desde Bergman Island (no he visto las películas en orden cronológico) entendí que una de sus exploraciones fundamentales era la traición. Y me quedo con esa impresión porque creo que no estoy equivocada: sus personajes traicionan o son traicionados, abandonan o son abandonados, se sienten tentados a traicionar o se acostumbran a perdonar, que es lo mismo que padecer, pero a nivel nirvana.

Hace cinco días, afuera del pequeñísimo apartamento, empezó a llover. Yo estaba sola y empezó un palo de agua que parecía que se iba a caer el mundo. No lo comprendí porque, entre otras cosas, estaba sola. ¿Por qué empezaba a llover así el día que me quedaba sola? 


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Había terminado de ver Una bonita mañana, de Mia Hansen-Løve, y había leído la noticia del asesinato de tres niños en Nashville. Fui directo a Facebook, mi otro blog de notas ocasional, y anoté:

Llueve mucho. 
En la última película de Mia Hansen-Løve no llueve. 
a Seydoux es una madre soltera que se enamora de un tipo casado.
Nashville: mataron a tres niños con un arma de fuego y yo tengo que hacer la matrícula de mi hijo antes de mañana. No words.
A veces oigo a Los Flakos cantar: todo lo que siento, no creo que quepa en una canción.

Ahí estaba de nuevo Léa Seydoux desnuda, por enésima vez desnuda, llena de estrías preciosas y lágrimas de mujer traicionada en los ojos. Su padre está enfermo irremediablemente. Lo tienen que poner en un asilo, pero cuando Léa Seydoux va a verlo, no quiere verlo, no soporta verlo y se quiere ir.

Léa Seydoux traiciona a su padre mientras el hombre del que Léa Seydoux se enamora, traiciona a su esposa con Léa Seydoux pero no se queda con Léa Seydoux, sino que traiciona a ambas mujeres, yendo y viniendo de una a la otra.

¿Por qué empezaba a llover así el día que me quedaba sola?

En abril de 2012 estuve con una mujer nueve años mayor que yo. La mujer estaba casada (no legalmente) con otra mujer, que tenía una hija y una madre, y vivían todas juntas. 

Mi mayor deseo era que se quedara conmigo. Yo vivía alquilada en un apartamento exiguo en Centro Habana, sola en alma. Me levantaba, hacía café y miraba por la ventana. Nunca tenía suficiente comida y casi no salía de ahí. Era mi lugar para leer, escribir, ver películas y pensar. 

Esa mujer tenía la edad que yo tengo ahora y con el tiempo llegué a entenderla. ¿Qué seguridad ofrece una persona sin otro entusiasmo que leer, escribir, ver películas y pensar? El sentimiento de su traición ha desaparecido.

Unos meses antes de ese accidente, lo mismo. Había venido a La Habana una joven escritora, académica y traductora norteamericana, que ofreció un curso breve de Filosofía gratis al que yo asistí.

La profesora, encantada de conocerme en persona porque ya conocía mi escritura de un viaje anterior, se interesó un poco más en mí y yo me interesé un poco más en ella. Pero al final tenía que irse, unos días antes de mi cumpleaños. 

Yo me estaba separando de una relación en la que todo iba mal y ella dijo lo mismo, que se estaba separando de una relación en la que todo iba mal. Pero, después de un mes, se dio cuenta de que podía ir bien. Se dio cuenta de que una relación a distancia con una escritora que apenas conocía, en un país como Cuba del que no era fácil salir, no tenía sentido. 

Seis años antes, igual. Bicocas, traiciones juveniles van y vienen como lluvias, palos de agua de pronto, el día que uno se queda solo, el día menos pensado. Luego desaparecen, como mismo se presentaron, involuntariamente. Dejas de acordarte de esa única traición que te destruyó la vida e hizo trizas. Al recordarlo, no sientes nada.

¿Qué seguridad ofrece una persona sin otro entusiasmo que leer, escribir, ver películas y pensar?

La traición de los amigos es peor. Porque uno espera que los amigos, las amistades, no sean peligrosas y no perezcan nunca. Pero sí son peligrosas y sí perecen. Son de naturaleza traicionera, como cualquier relación humana. 

Uno espera no enamorarse de sus amigos, pero uno se enamora, como me ha pasado a mí con cada uno de mis amores varones, perfectos. Y uno espera no traicionarlos ni ser traicionada por ellos, pero el tiro se va por la culata.


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Esas traiciones son dobles, porque son absolutamente inesperadas. Porque la complicidad con los amigos es, por encima de todo, familiar. Uno cree que entre amigos lo único posible es la lealtad. 

Hay una escena que dura un minuto, donde Léa Seydoux va en el metro y su rostro empieza cambiar, suavemente, pasando del gesto pensativo al llanto, con tanta suavidad que a uno como espectador le pudiera pasar lo mismo, como si Léa Seydoux tomara tu cara en sus manos y se la llevara al mar de las lágrimas negras. 

Entonces yo, como espectadora superficial que soy, pensé: le debe estar diciendo que se queda con su esposa, que no la ama tanto como para quedarse con ella; porque el plano se abre y uno ve que Léa Seydoux está mirando la pantalla del teléfono. 

Sin embargo, en la última milésima la mujer rompe a llorar con un quejido de risa y felicidad imposibles, y la cámara se acerca a la pantalla donde los dos se escriben recíprocamente: Je t’aime. Fin de la escena.

Dejas de acordarte de esa única traición que te destruyó la vida e hizo trizas.

Las mujeres en las películas de Mia Hansen-Løve tienen una hija cada una. Esas hijas las aterrizan y las hacen avanzar(se) en la inercia aburrida de la vida, quitando la sombra de la traición durante casi todo el metraje, que supone la existencia. 

Las hijas son las razones que esas mujeres tienen para vivir. En ocasiones, la traición acecha desde el ángulo de uno mismo. Uno mismo desea traicionar(se), aunque sea por un rato, y divertir(se). 

De la última traición no puedo hablar. Las bajas pasiones llegaron a un punto de no-retorno. Podría llamarse Gluten Free, podría llamarse Artificial Flavors o simplemente Rollo de Primavera. En todo caso, yo misma facilité la traición. Yo misma serví en bandeja de plata aquello más importante, más esencial, de mi vida. 

¿Cómo depositas la confianza, un abstracto semejante que supone identidad, en alguien que no conoces, alguien que apareció por la puerta con algún que otro signo de dulzura, pero también con lo extraño de la bondad excedida? 

¿Es el ser humano, además, alguien que deposita confianza por exceso? ¿Alguien que tropieza con la misma piedra, metamórfica, caliza e ígnea, una y otra vez? Pues no, no se deposita la confianza ahí. No es real. Nunca.

Como siempre, he repetido la palabra todo más de diez veces. La mayoría de mis correcciones son muy simples: eliminar palabras que repito, constantemente, como si conversara. Pero no estoy conversando ahora, estoy escribiendo y debo eliminar

Hoy no puedo eliminar. Si elimino, me traiciono. Y cuando empiece a llover, después de la película de Mia Hansen-Løve, empezaré a estornudar.




© Imágenes de interior y portada: Fotogramas de la película ‘Una bonita mañana’, de Mia Hansen-Løve.




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