Poiesis o de la serena rebelión

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J. M. W. Turner (1838)


Por algún lado vi que Andy Warhol dijo que admiraba las rebeliones del espíritu porque la cualidad de adaptarse a un mundo enfermo (y este de hoy ha exhibido, desde hace mucho tiempo, el proceso de su metástasis), lejos de ser una actitud meritoria, se convierte en algo pernicioso.

Una actitud meritoria. Fíjense en cómo suena esa frase, corrompida por las narrativas oficiales.

Hay pequeños objetos (materiales e inmateriales) con los que se puede honrar la presencia de los espíritus que no alcanzaron a beber, en vida, de la compasión o del amor. Objetos que de pronto se impregnan de una energía ritualística, solemne, pues el lenguaje acude a ellos hasta conformar una especie de capa tornasolada y resistente. En un escritor supersticioso, entregado a los fetiches de la lengua, dichos objetos adquieren una importancia crucial: devienen escritura.

una energía ritualística, solemne

País enfermo que no sabe definir. Virgilio Piñera. Cargar con el peso de una isla.  

Masa cárnica. Que esto suceda así quiere decir tan solo una cosa: somos criaturas de la postergación lingüística.

Masa cárnica. El presente inmediato, categoría de las más engañosas, es lo único que nos enfrenta a una realidad aparentemente fuera del arbitrio del lenguaje. Lo demás es pretérito irrecuperable, ido, o futuro incierto, que no acaba de llegar mientras el absolutismo te muerde y te transforma en masa cárnica.

Mi verdadera vocación tiene que ver con un dormitorio monástico y pagano —si tal concordancia es posible. Una celda o mazmorra de libros, música y películas, en la que estoy mientras cuido, bajo el temor de lo precario, a un grupo pequeño de personas que son la carne de mi sangre, o la sangre de mi carne.

un dormitorio monástico y pagano

Esa vocación se intoxica en el deleite de acogerlas, agasajarlas, conversar con ellas y ver cómo el mundo de afuera es cada vez más artificioso y falaz.

Si te adaptas, vives. Pero si te adaptas, mueres.

La necesidad de una vuelta de tuerca, con Henry James a la cabeza. Una vuelta de tuerca (otra vuelta) equivale aquí, a la larga, a la necesidad de creación en libertad, lo cual, a su vez, se constituye en uno de los resguardos más poderosos de la verdad artística y de la verdad a secas.

Al final, el yo importa tanto como los otros. No existen los otros sin el yo, ni el yo sin los otros.

En ese sentido, cualquier reprobación, cualquier censura (y más en un contexto desmoralizado por inseguridades de toda naturaleza) es un crimen, como indicó alguna vez Abbas Kiarostami, desafiando, en Irán, la corrección carcelaria de la teocracia y los ayatolás.

Masa cárnica hasta que la mano de Dios baje y apoye el pulgar sobre la tierra, que está llena de desidias, iniquidades y padecimientos, y todo vaya armándose otra vez en una especie de sistema tangible, para contradecir los efectismos de la ilusión.

la masa cárnica piensa

Fantasear con las reliquias del lenguaje.

La masa cárnica piensa. Y es libre. Y sueña:

(Acérquese, profesor, y mire de qué modo amanece allí. El vaporetto cruza el sosegado mar hacia el Lido, y, si no fuera porque usted lo ve con nitidez, diría que ambos estamos en un lienzo de Turner. Nadie va hoy al cementerio judío. Hay fiesta. ¿No le gusta esa música? Bien. Apartémonos del escenario, el vaporetto rinde viaje cerca de San Nicolo. Es una suerte. Podremos visitar el monasterio y el taller de los restauradores. Apóyese aquí, profesor. Observe las gaviotas, ellas siguen una señal invisible y se alejan de las tragedias. Son libres y cumplen un destino en el brío y en el morir. ¡Póngase la bufanda! De este lado sopla una frialdad que nace en las ruinas de Babilonia. Las plagas del Dios de los Ejércitos. No, no estoy bromeando, lo digo en serio. Salte ahora, estos chicos van a ayudarnos. Así. Pise con cuidado… El mar no lo quiere a usted. ¿Reparó en esas miradas? Atraviesan el alma como un rayo y después se produce un silencio mortal. Venga, caminemos un poco, ya estamos cerca del taller. ¿Se siente mal, profesor? ¿Regresaría al hotel? ¿Sí? ¿No? ¡Ah, usted quiere volver a la playa! Bien. El vaporetto viene en unos minutos. ¿Pedimos que nos sirvan el almuerzo en la orilla y así descansa un poco? Tadzio estará por allí, jugando con sus amigos).

A veces salgo de la celda y hago intercambios. Casi siempre tengo la suerte de un mercader griego en tiempos de la Roma de Tiberio.

Queso blanco: 550 pesos la libra. Hígado de cerdo: 450 pesos la libra. Frijoles: 550 pesos la libra. 30 huevos: 2800 pesos.  

Ahora que ya no hay forma de retroceder, como Macbeth en mitad de su lago de sangre y muerte, puede uno hacerse la idea de que todo el asunto de escribir revela cosas —algunas elementales, otras sorprendentes— sobre uno mismo.

todo el asunto de escribir
revela cosas
sobre uno mismo

También puede uno inventar otras razones y decretar que los escritores, al fin y al cabo, podemos hacer que el mundo sea un tanto más inequívoco, o confuso, más perceptible y borroso. Pero solo de una manera lateral, indirecta, agregándole matices y detalles al mundo, porque no nos bastan la filosofía, ni la política, ni las ciencias, ni la historia, ni los buenos credos. Y la verdad es que uno escribe sin pensar en nada de eso.

Basta ya de seguir creyendo en la Utopía. ¿Qué clase de martirio inútil es ese? Mártir quiere decir testigo. ¿Testigo de qué, del vacío, la inutilidad, la ineptitud, la simulación, la pobreza, la esperanza que se pudre?

Quiero visitar el cementerio judío de Venecia, e irme después al Hotel des Bains.

Las historias improbables, e incluso las probables y las generalmente posibles, favorecen, en la dimensión del tiempo, el robustecimiento de lo real, que es un laberinto de señales poseedoras de un carácter en mayor o menor medida simbólico.

Estemos o no de acuerdo, la estructura simbólica de lo real, consensuadamente arbitraria, es lo que garantiza que comprendamos lo real y, de paso, nos comprendamos a nosotros mismos, hasta donde eso es posible o imaginable. Tengo que repetirme esto a menudo para no confiar demasiado en la veracidad de una sensación.

A veces sueñas con ser un sujeto intrépido que abraza, con el debido fervor, otros oficios, pero hay audacias que no se te dan, aunque tu mente las cultive una y otra vez.

Una ventaja muy grande (supongo que lo es) del hecho de ser escritor consiste en habitar un espacio tenazmente intransferible y donde las individualidades quedan visibilizadas o desnudas, o al revés.

Podemos seguir pensando, debidamente ingenuos, en los reyes-filósofos, con la ventaja de apartarnos un poco (o de querer hacerlo) de la mezquindad y la estupidez y el deshonor.

Gracias a la mezquindad, la estupidez y el deshonor vivimos en peligro. Pero escribir es tener una especie de fe. No sé en qué, pero se trata de eso: una fe.

Si no forcejeas, estás muerto.

El celofán suena cuando lo palpas.

Pero estás muerto si no escuchas nada al palparlo.

El silencio es lo peor.




J. M. W. Turner (c. 1842)




wunderkabinett-jam-session

Wunderkabinett (jam session)

Alberto Garrandés

Morir de amor, y ‘morir contra el desamor’ (en una metáfora muy abarcadora) acaso sean formas escandalosamente lúcidas de protestar.






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2 Comentarios
  1. La excelencia no tiene silencios.
    Gracias, Alberto Garrandés.

    Se extravió la llave de mi celda, de mi pequeño espacio sacro y pagano.
    Lo probable, lo posible y lo imposible se revuelcan en el saber griego y asesinan por vocación.
    Ni real ni no real. Ni realista ni no realista; huyeron los géneros de la Isla y dejaron su peso.
    Y estalla la antigua farsa con fondo de tragedia en la superficie y es aquí donde se sustituyeron los personajes, las situaciones, el lenguaje…la realidad toda.

    Indudablemente la mudez mata.
    La masa cárnica habló.

    Hay que seguir descubriéndose y rebelándose.
    Adiós a los mártires de la nada.

  2. Esa amalgama entre la filosofía tuya y lo hecatombe cotidiana me deja un sabor agridulce en el pensamiento. Tu lógica es tan real que asusta. Juegas con los hermosos parlamentos, citas a los grandes y se metes ahí como en una cueva protectora. Gracias por tus escritos. Hay que seguirte lento, pero eres aplastante, y lo digo en el mejor sentido.

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