#reinicioenfrío con Luis Enrique Milán Boza

Día 8/10 del #reinicioenfrío con jóvenes artistas: un intercambio puntual sobre sus operatorias. Esta vez he seleccionado a Luis Enrique Milán Boza.




Te has encaminado en la dislocación de tradiciones iconográficas. ¿Representas una crisis que percibes? ¿Es una tentativa de subversión? ¿De qué va este trastoque?

Para hacer justicia a un primer momento, antes de encontrarnos en este camino: mis proyecciones buscaban entender el concepto de espacio que se ocupa, de manera física o no, similar a un tablero de juego. Por azar o por ley, con la arquitectura y su estudio, aprendí que antes de ocupar un espacio y ser consciente de ello, primero hay que creer. Quizás parte de esa razón de principio ha hecho que las obras por las que me he dado a conocer busquen precisamente eso: “creer”.

Sin querer pecar de moralista o reivindicador social, me parece que este es uno de los planteamientos más empantanados y difíciles de hacer. Entonces, pequeña o gran crisis, por ahora solo expongo las maneras en las que voy siendo consciente de esos comportamientos.

Estas piezas surgen como una pregunta, no pretenden ser respuesta, pues subvertir nunca fue un propósito gratuito. En lo personal, estos íconos, con sus vanidades, son el pretexto justo para encauzar un debate en donde el centro de atención termina siendo el hombre como creador de esos íconos, testigos de nuestro ancestral vínculo con lo divino.

Por otra parte, ese trastoque al que haces mención busca conjugar el paradigma con el desequilibrio, lo corregible, lo humano, con el fin de recordarnos cuán delgada es la línea que los divide, suponiendo que exista tal límite.

“Sagrado” es uno de los tags en tu fundamentación. ¿No temes pecar de reduccionista al repensar este concepto mediante códigos religiosos?

Como te comenté anteriormente, este conjunto de trabajos conforma un punto de partida y no de llegada. Mi interés por lo “sagrado”, la formación de su naturaleza y posterior decadencia, puede expandirse sobre zonas no necesariamente religiosas; de lo contrario, confinaría una producción a un área limitada dentro de un campo de acción más amplio. Aun así, con más fe que certezas, afrontaré este trayecto que por ahora se proyecta desde lo divino a lo terrenal.


Luis Enrique Milán Boza

Luis Enrique Milán Boza, Lección perdida, 2017.


Amén de interactuar con el panorama capitalino, resides en tu natal Ciego de Ávila. ¿Tienes fe en mantener desde allí una carrera exenta de provincianismos?

Podríamos llenar cuartillas platicando sobre las insuficiencias locales o provinciales. Yo prefiero aprovechar lo positivo de las circunstancias.

Trabajar desde aquí te impone casi un voto de silencio, debido a la poca visibilidad para la crítica o las galerías habaneras. Es cierto que he recorrido con placer experiencias como Post-it, programas de residencias y becas organizadas por instituciones con sede en la capital. No es menos cierta la importancia que tiene para el artista exponer en estos circuitos: “estar” es casi sinónimo de existir.

Trato de no sobrevalorar esto y, mientras, me ocupo en concentrar esfuerzos para no perder el foco sobre la obra. El problema no puede ser solo la distancia: las redes y plataformas virtuales han descentralizado las estructuras para promocionar del arte. En lo personal, pienso que faltan más miradas no predispuestas hacia acá.

Nadie dijo que fuera fácil, y no esperaba menos. Soy consciente de lo intensas que deben ser mis brazadas para sostener una coherencia y una vitalidad en la obra digna de exhibir.

Estos tiempos de confinamiento le añaden otro grado de dificultad a tu pregunta: procuro ser optimista ante lo que estamos viviendo, pues lo que ha pasado me confirma que ser proactivos, constantes e inconformes con la obra, nos encamina lejos de cualquier acomodo o absurdo provinciano.

Mírame aquí, entrevistado por ti. ¿Quién lo diría?



Luis Enrique Milán Boza (Ciego de Ávila, 1990).




Evelyn Aguilar Sánchez

#reinicioenfrío con Evelyn Aguilar Sánchez

Evelynn Alvarez

“Mi familia emigró, me quedé sola en casa con un montón de evocaciones que no quería abandonar. Sin ánimo de edulcorar mi realidad, traté de involucrar esas instancias de vida también en mis dibujos. Poco a poco fui tomando conciencia del significado de la serie: los dibujos como espacios y diarios de vida”.


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