El camino a ‘Vicenta B’ (V): Mujeres

¿Por qué le tenemos tanto miedo a las mujeres

Cuando estaba en el ISA, hace más de quince años, tenía un profesor, blanco, viejo, hombre, que todo el tiempo hablaba de los trabajos que podía hacer una mujer en el cine. En aquella época, para él, las cámaras todavía eran muy pesadas como para que una mujer fuera directora de fotografía. Los alumnos le caíamos arriba. Ese cineasta era un dinosaurio. Tenía un serio problema con las mujeres y para colmo de males no sabía que el operador y el director de foto no tenían que ser la misma persona.

Era un momento bien jodido porque de lo único que se hablaba era de que la tecnología estaba avanzando. Como si una mujer necesitara eso para hacer lo que hace un hombre (y hacerlo mejor). Por suerte había muy buenas fotógrafas, editoras, directoras; en fin…, aquello de que las mujeres cineastas solo eran buenas en la producción era tan solo una idea nefasta creada por los viejos realizadores.

La idea de que la “cámara era muy pesada” para el hombro de una mujer resultaba una aberración tremenda.



Ahora, en pleno rodaje de mi película, agradezco tener un equipo con tantas mujeres. La historia lo necesita. El trayecto de Vicenta iba cambiado debido al encuentro que tenía con una serie de mujeres que, como ella, eran fuertes, independientes.

Todo el tiempo, a la hora de explicar la película, me gustaba eso de hablar de las “brujas”. Ya se permitía decir “bruja” como algo bonito, como una cualidad.

A mí me parece terriblemente aburrido filmar rodeado de hombres. Tanta gente tratando de ser el macho alfa. No sé, la energía es… otra cosa.

En un rodaje donde fui asistente se burlaban mucho de mí porque llegaba con una bolsa rosada colgada al hombro.

El mundo cambia y, por supuesto, las dinámicas de rodaje cambian también. Todas estas cuestiones machistas, cheas, retrógradas, van a ir quedando atrás. Bien rápido. 

La producción de esta película tuvo la maravillosa idea de tener en los llamados una cláusula contra la discriminación de cualquier tipo y los chistes sexistas. 

Me cuesta escribir personajes masculinos. La Mónica de Melaza, la Santa y ahora la Vicenta son las fuerzas que mueven mis historias. Las mujeres que me rodean en el set son profesionales que deberían estar trabajando con Jane Campion, con Michael Haneke. Son unas monstruas. Voy protegido. 



Denise

Una pequeña capilla en el Cerro. La he escogido porque me recuerda a la iglesia de Los comulgantes, de Bergman. Toda la inspiración del maestro sueco se ha ido yendo de mi película. Es raro. Pensé que podía tenerlo más presente, pero el trópico no me deja. Demasiada presión externa.

Pues nada, llego temprano al lugar, rodeado de tres parques, y en una de las esquinas está tirado un borracho sin mascarilla. Medio dormido. Medio muerto. Nos acercamos y lo rodeamos. Tenemos miedo de tocarlo.

Esto del virus nos hace temer todo el tiempo. Cada cinco segundos nos estamos poniendo el líquido en las manos. Si nos sentamos en un banco enseguida alguien del equipo nos levanta. Nos lavamos mil veces. Nos saludamos de lejos. 

En fin, el borracho. No sabemos qué hacer con él. Los de producción le dan un pan para que gane fuerzas. La policía llega y se lo lleva.

Entro al templo con el pie derecho y miro a las vírgenes y los santos que tengo que filmar. Hace dos días tuve una idea que me gustó y cambié los eventos de la escena. Una de las actrices que iba a hacer el papel de una de las brujas amigas pasa a interpretar a una mujer que está completamente enloquecida. 

A lo largo de la película hay varias madres. Me parece que puede ser interesante que estos dos personajes, Vicenta y la mujer enloquecida, coincidan. Dos madres, en una iglesia vacía. 

No estoy del todo seguro. Quizá no quede en el corte final. Quizá sí. Le paso un paño a uno de los bancos de madera y me siento a ver como la fotógrafa ilumina.

Denise tiene una sensibilidad especial. Pude trabajar con ella por primera vez en un corto y me sentí muy a gusto con su manera. La veo conversar con Darío y poco a poco surge la magia.

Pienso en aquel documental donde se veía a Ingmar dando gritos y trato de encontrar la paz. Todo está saliendo bien. No sé porque pienso en eso. 

Mi actriz está muy contenta hoy y es sorprendida por su hermana que está embarazada. Nos saludamos. La muchacha tiene la cara muy bonita. Es joven y va a tener su primer bebé. 

Más allá del buen rollo y la magia, hay un ambiente raro. No sabría describirlo. No sé si es que estoy siendo supersticioso. Hay un ambiente raro. Ni bueno ni malo. Raro. Hay un perrito juguetón que va y viene de allá para acá. En esta película hay mucho mar y por supuesto que Yemayá está en todos lados, pero últimamente parece que también está San Lázaro,pidiendo algo.

Comenzamos a rodar y todo marcha de maravilla. Me siento bien. Tenía ganas de llegar a esta locación.

En el tercer plano, la fotógrafa, como si nada, como en una especie de maldición, siente un retorcijón en su rodilla. Denise no choca con nada. No tropieza. No resbala. No se cae. De la nada, su rodilla sufre y los dolores parecen ser fuertes.

Denise es una mujer fuerte, disciplinada. Esto puede ser un problema porque a todos nos preocupa su salud, pero al mismo tiempo sabemos que no va a parar de trabajar. 

Nuestra doctora, que está todo el tiempo en el set, la atiende y hablan con un ortopédico para que la vean. La llevan a un hospital y hay una teoría de lo que le pasa, pero como que no encajan todas las piezas. Puede ser eso o puede ser otra cosa.

A partir de ese momento, ella, que es una campeona, se pasará el resto del rodaje con muletas o en silla de ruedas.

Denise está preocupada por los tiempos. Por culpa del toque de queda y la pandemia nuestros días laborales son cortos. Le preocupa que ahora todo sea más lento. Al equipo nos preocupa la película, pero también su salud.

Es muy loco lo que nos está pasando y filmar en medio de una pandemia crea una energía rara. Pareciera que todas las energías andan revoloteando alrededor con ganas de afectarnos (lo mismo para lo bueno que para lo malo).

Estoy seguro de que Denise siente más dolor del que dice. No quiere preocupar a su pareja, que es parte del equipo, ni a mí, ni a nadie. Terminamos de filmar la iglesia y la veo sentada, preocupada. La cámara toma a Santa Bárbara y a la virgen de Regla. En un momento nos reímos porque mi asistente, que es atea, no logra identificarlas. Baja un poco la tensión.

Las imágenes están quedando como debe ser. 



Unos días después estamos en la casona, que es la locación principal.  Me pongo a fumar y veo el pasillo sin iluminar. No quiero estar en el medio. Confío con los ojos cerrados en Denise. Me voy al portal a echar un poco de humo y ver a la gente pasar.

Denise hace su magia. Con una sencillez tremenda, con cuatro luces, crea una atmósfera preciosa. No debo decir preciosa, debo decir justa. La imagen está en concordancia con lo que está viviendo nuestra protagonista.

Colocamos la cámara un poco más a la izquierda y se empiezan a dar las voces para filmar. Linnett está desnuda y va de un lado al otro buscando algo. Una mujer desnuda en una casa que se le hace demasiado grande.

Queda el plano. Perfecto. Nos vamos a almorzar y Linnett prepara su mesita, con sus cositas, todo bien organizado. Hay una visita del Instituto de Cine y le mostramos la locación.

Cuando se va la visita, me quedo hablando con Ale; Claudia llega con cara de preocupación. Bromeamos, creyendo que nos va a decir algo de la gente del ICAIC, alguna noticia. Pero no, al parecer se han llevado a Denise al médico y hay sospechas de que lo de la pierna sea algo grave.

No podemos creer lo que escuchamos. Ale es un superprofesional, pero además es su pareja. La llama. Todos lo rodeamos. Estamos muy preocupados. Nos han pasado tantas cosas malas que estamos muy, muy nerviosos. Denise también está nerviosa, la quieren dejar ingresada. 



Producción se mueve superbién para tratar de hacerle la vida más fácil a nuestra fotógrafa. Su equipo camina de un lado al otro preocupado. No sé qué hacer. No sé si debemos parar. No sé cómo ayudar a Denise.

Así nos pasamos un rato. Desde el hospital nos manda a que sigamos. Es muy difícil trabajar de esa manera. Estamos con los ojos aguados, la respiración cortada, muy preocupados.

Tiramos tres planos más y decido parar. Así no se puede. Es como si todo estuviera contra el equipo.

Por suerte, al final, no era nada grave y hoy por hoy Denise está superbién. 

No sé si se lo he dicho mucho, pero aprovecho para repetirlo: ¡Gracias, Denise!


© Imágenes de interior y portada: Alejandro Acevedo.




Carlos-lechuga

El camino a ‘Vicenta B’ (IV)

Carlos Lechuga

Una de esas frías noches, en que uno se siente pequeñito y te metes la mano en el bolsillo y te das cuenta que no tienes para nada, me pregunté: “¿Cómo carajo tú te crees que con lo jodido que está el mundo tú vas a seguir haciendo cine?”.





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