Lira de los Ángeles: ‘Una carta a Bolívar’

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Al ver la causa de la libertad perdida, Dulce María Loynaz escribió su Carta de Cuba a San Martín.

Fue el 9 de mayo de 1962, en La Habana, luego de conocer que San Martín de Loynaz y Amunabarro había sido su tío-abuelo. Entre las hermosuras que se encuentran en esa carta, cito estas palabras: “Y si el mundo es muy grande, para Cuba, y Cuba sea al fin tierra de gracia, bálsamo pido para sus heridas a aquel que puede darlo”.

Pero desde hace unos años descubrimos en la ciudad de Holguín a la joya dormida de nuestras letras, a la “Dama de la poesía holguinera”, a quien mejor supo combatir, desde otro encierro voluntario, la saña del comunismo en todo el Oriente del archipiélago.

Descubrimos, bajo el seudónimo literario de Lira de los Ángeles, a una voz enérgica y definitivamente desafiante, misteriosamente poco o nada conocida, una autora que en las revistas de la década de 1950 había publicado mucho de su extenso quehacer literario y que, tras el triunfo revolucionario, desapareció de toda publicidad.

Un año antes de la carta loynaciana, en agosto de 1961, María de los Ángeles Fernández Paz escribía desde el casco histórico holguinense su Carta a Bolívar.

Las dos poetas vieron a su patria amenazada, las dos se dolieron, las dos percibieron el olor tiránico, las dos les pidieron, una al santo de su genealogía, y la otra al Libertador de América, que intercediera por Cuba.

Tal vez transcurrieron décadas para la publicación loynaciana. La epístola holguinera sale a la luz tras los auspicios del sello editorial Cáritas Holguín. Los textos de Lira de los Ángeles, si antaño eran amigos de gavetas y baúles, desde los días del 2012 van de mano en mano por su ciudad natal. Visitan los cafés, las tertulias, los parques y otros espacios para la libertad.

Definitivamente, desde la casona marcada con el número 337 de la calle Cervantes de la capital holguinera, sus textos salieron del horno poético en que encerrados se hallaban, y sin pedir más permisos, han echado a volar.

Venezuela debía publicar esta carta cubana en los muros de Caracas, donde todos la lean, donde todos repitan las palabras que Cuba, desde la entraña de una humilde mujer, le confiaba a Bolívar como una proclama de salvación.

Ningún poeta, después del Apóstol, le dijo frases de más profundo compromiso. Nadie se confió a él con más denuedo. Nadie le reclamó con más dulzura, como la Lira que desde el más insospechado peligro lanzara su evocación libertaria.

Hoy los poetas holguineros salvan a la mujer que prefirió esconderse en el silencio, refugiarse en su íntimo dolor, nunca ser cómplice, a la que moraba en el casco histórico de una ciudad por cuyas calles a tanto amante de la literatura vio pasar, y se hizo a un lado. Se vistió de paciencia.

No se podría hablar de una poeta censurada o despreciada, pero, ¿qué la mantuvo tan alejada, en una ciudad donde la poesía es culto?

Para comprender mejor el silencio en torno a Lira de los Ángeles, hay que ir a su carta a Bolívar, donde la poeta visionaria acude con su esperanzador grito hasta el prócer latinoamericano.


Una carta a Bolívar


Mi querido Bolívar:

Así empiezo mi carta como empiezan
a escribir las misivas familiares
los cubanos humildes,
y yo quisiera alzarme hasta tu oído
para hablarte bajito.

Soy tímida y humilde.

Hace ya muchos días que yo quería escribirte;
pero no sabía a dónde podía hacerlo,
a dónde dirigirme,
(porque yo sé que vives todavía
y que en algún lugar puedo encontrarte).

Y hoy yo no sé por qué desde Caracas
me llega esta revista pequeñita,
esta Lírica Hispana, en que otras veces
he leído tu nombre venerado
entre frases brillantes y devotas
trepadas a los Andes.

He visto entre relámpagos tu nombre
y entre todas las Greas de tu patria,
hoy llega esta revista con tu espíritu.

Ya sé dónde escribirte
ya sé dónde decirte mis angustias
ya sé dónde llamarte,
mas no puedo escribir mi nombre
porque soy hija de una patria esclava
y tú, Libertador, no necesitas saber quién soy.

No quisiera llevar hasta tu alma
esta pena tan honda:
decirte que tus luchas fueron vanas,
que América se siente amenazada
y que mi patria da reflejos grises.

Pero tengo que hablarte, yo no puedo
por más tiempo callar, es necesario:

Asómate, Bolívar, un momento
desde la altura inmensa de los Andes
con esa tu mirada penetrante
y observa lo que pasa en este lado.

En un trozo de América rodeado por el mar
(un mar trenzado en cadenas oscuras, un mar cerrado)
el que se aventura buscando abierto mar de libertades
pronto verá su sangre derramada
juntarse con su sol.

¡Cómo quisiera verte en tu caballo
contemplando de nuevo a los llaneros en las aguas de Apure,
en este mar sembrado de lanchones
que le cortan el paso a los “gusanos”
que quieren escapar
de estas aguas costeras, de estas tierras
a otras tierras de paz
donde poder guardar este capullo
que quiere transformarse en mariposa
para después volar.

Yo sé que tú te asombras,
que preguntas
por qué no le dirijo esta misiva a Martí, a Maceo,
a Céspedes y a todos
los patriotas más grandes de mi patria.

Pero es que aquí ha calado ya tan hondo
“la producción”, “el pueblo”, “el humanismo”,
y esta “igualdad”, que hasta Martí es un “socialista”
que en los poetas ve gente haragana.

¡Pobre Martí! Me duele la calumnia,
me duele ver tu nombre tan mezclado,
que se utilice el nombre de un patriota
para manchar la Patria.
Que se empañe tu luz y tu palabra
sirva para encumbrar a los malvados.

Y es por eso, Bolívar, que te llamo;
porque sé que en tu pueblo
eres Bolívar:
que es decir: Libertad, que es decir: ¡Patria!

Y que es decir: ¡Verdad!
Vénganos en tu espíritu y se rompa
esta oscura cadena que aprisiona
y destrona la paz.



Agosto de 1961.






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Ghabriel Pérez

Ghabriel Pérez

Contra esta necedad habrá que darlo todo. La plata. / El oro. El fuego. La voz. La sangre. El tiempo. La piel. El roble. / La esperanza. Los hijos. Las canciones. El baile. Las ternuras. / Los puños. Los sueños. Los últimos zapatos / y sus rasgadas huellas.






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