La patria llora en la basura

La patria llora en la basura
buscando su foto de patria seductora,
patria con su reflejo
de cristales que no reflejan
sino al gris de los hombres.

Otra patria
tiene poetas que le escriben 
a los malditos poetas que no emigran
porque la migración
les impide sostener 
el reflejo de sus cristales.

Aquella patria
pudo construir abalorios
con cuerdas de hojalata
soñándole girasoles al último Iobo 
en la última estepa,
donde la luna dejó de ser luna
y la otra patria
confunde su nombre.

Quiero tatuarme una palabra 
sobre la palabra de la última letra.
Un saludo,
un tal vez.

No,
un tal vez no,
porque los tal veces
tienen el color de las canciones
y el espejo donde queda
lo que no importa.

Es que no importa,
porque las mujeres no existen 
cuando hablo de mujeres.

Las mujeres tienen solo tu nombre;
precisamente tu nombre.

No importa.
Es el espejo quien desconoce la cornisa
y no importan las veces.

La primera,
vamos a pensar,
fue la que resultó en el canto
de los girasoles que no mueren en la montaña
y se detuvo el tiempo 
con las mismas canciones 
de quien despierta sin dormir,
cuando reconoce,
precisamente
con una palabra 
sobre la última palabra,
tu nombre.

Pronto ella desaparecerá 
dentro de la calma (…) de la ciénaga.
Jim Morrison

Podrán desaparecer los manglares
la arena movediza
el estupor de una sombra sobre otra
el sutil canto del ciervo herido
que no canta
porque el dolor
ha de tener otro nombre.

Y no hablo del cante de los gitanos
o de la inoportuna levedad
de las palomas cuando mueren
aunque se les prohíba
como al colibrí que sangra 
en el amarillo de la sangre
en el azul de la sangre
en el blanco de tu pecho que sangra 
en la asonancia cognitiva
de tu discurso en otro nombre
que no desaparece.

Y entonces
otra vez entonces
quedo inmóvil
en la arena.

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