‘Everything Everywhere All at Once’, o del multiverso y la angustia

¿Qué pasaría si pudiésemos cambiar de vida? ¿Qué sucedería si se abriese la posibilidad de revertir una decisión y ser una versión diferente de nosotros mismos?

DANIELS[1] explora esta tentativa en Everything Everywhere All at OnceLa película se centra en Evelyn (Michelle Yeoh), una inmigrante china en Estados Unidos. Al borde del divorcio, del colapso económico y de perder toda relación con su hija, es escogida para enfrentar a una villana, Jobu Tupaki (Stephanie Hsu), que planea acabar con todo el universo.

Esta propuesta de multiverso se antoja más interesante que la planteada por el universo Marvel en Doctor Strange in the Multiverse of Madness (Sam Raimi) y en Spiderman: Away from Home (Jon Watts). 

En el filme, una misma persona, a través de un dispositivo tecnológico y unos auriculares, tiene la posibilidad de acceder a variantes de su propia persona provocadas por decisiones tomadas durante su vida (rechazar la propuesta de matrimonio de Waymond), accidentes fortuitos (quedarse ciega) o evolutivos contextuales (el universo piñata)     . 

Estas gradaciones hacen que el menor desliz desemboque en una experiencia de vida diferente. No es un efecto mariposa porque la variación de las acciones no repercute de modo directo en su línea temporal, sino que la fragmenta y da paso a líneas paralelas que no se entrecruzan pero que se ramifican exponencialmente. Es un abanico de posibilidades humanas que se expande ante sí. Al utilizar el aparato tecnológico y acceder a cualquiera de las realidades posibles, quien lo utiliza no se sustrae de su realidad actual ni reestructura el futuro de su línea temporal. 

La película no necesita explicar al detalle cómo funcionan exactamente los artefactos tecnológicos empleados para acceder a las diferentes realidades. Evelyn solo necesita comprender cómo se utilizan, no el aparataje científico que fundamenta su desarrollo. Para el espectador es igual de innecesario. Se sabe lo imprescindible y eso es suficiente. 

El MCU (Marvel Cinematographic Universe) se enternece en la variante del what if para patentar la posibilidad de existencia de cada alternativa. Existen concordancias con la propia idea de las decisiones y ramificaciones que se observan en el filme de DANIELS pero distan muchísimo en la manera en que se relacionan con el ente principal en cada variante. 

Marvel plantea el encuentro de un individuo (Stephen Strange y/o Peter Parker) con diferentes versiones de sí mismo, donde cada versión es en sí un individuo particular, nunca la misma persona. Es decir, no es un mismo ser abocado a sus diferentes realidades y experimentadas en su propia piel. Es otro, plantándose delante de uno, esgrimiéndole que son la misma cosa. Dicen ser lo mismo, cuando en realidad hacen una función de espejo que ni siquiera refleja la misma cosa. No hay mentira mayor. 

Por su parte, la relación en Everything… tiene un halo platónico, en el cual cada ramificación se concreta en una especie de reminiscencia que hace vivir a Evelyn otra variante de su vida. Su experiencia es más exacta que el encuentro frontal de Dr. Strange. Se revive en su propia interioridad, absorbe sus vidas alternas como si fuesen un sueño o un recuerdo que se desbloquea. Lo reinscribe como una experiencia onírica, pero extremadamente vívida, capaz de transformarla.  

Pero, detrás de la fantasía de posibles realidades, se esconde la misma pregunta de siempre: en realidad, ¿cuál carajo se supone que sea el sentido de la vida? 

DANIELS enmascara esta pregunta en acciones hilarantes y secuencias de acción vertiginosas. La dejan entrever en el intermezzo entre los dos primeros capítulos y después la velan en el ritmo trepidante que toma el filme. No intentan responderla desde el dogmatismo, prefieren explorar las posibilidades de una interrogante sin respuesta precisa.

Para esta búsqueda de sentido, se presentan dos caminos distintos, esbozados por los personajes de Waymond y Jobu. Por ambos transita después la protagonista. 

Por un lado, tenemos a la antagonista, Jobu Tupaki, que encarna      el nihilismo. Ella apuesta por entregarse al vacío, a la nada, para así evitar cualquier sufrimiento y finalizar el sinsentido que supone la vida. El quiebre de su personalidad a partir de la posibilidad de observar todas sus vidas de manera simultánea la conducen hacia este posicionamiento nietzscheano. Un posicionamiento simplón, ese que se oculta en el populismo de las redes sociales.

El nihilismo no es la búsqueda del caos, la eliminación de los valores o de la moral. La supuesta creencia en nada y en la nada, es una interpretación vaga de la filosofía nietzscheana. Para el pensador alemán, es un paso necesario pero pobre del alma que decida permanecer en él y no superarlo. Es la destrucción de todo lo mundano para poder instaurar una nueva sociedad. La filosofía nietzscheana es la obra de Khali, destructor y constructor de mundos. Se necesita destruir para poder instaurar. Es el mismo examen de Sócrates: desdeñar todo para buscar lo verdadero. 

En la representación de esta corriente filosófica que se hace en el filme, se quedan solo con la primera arista, la de la destrucción. Caricaturizar el nihilismo en esa sola parte, desdeñando la posibilidad de regeneración, tiene el mismo efecto que leer El Quijote o la Ilíada en un resumen de diez imágenes en Instagram. Una pequeña muestra, la papilla diluida en agua para tragar rápido. Comida de tiempos modernos, fácil, insípida y olvidable. Y, sin embargo, seductora y útil para un primer acercamiento, para dejar el regusto en la boca.

Por ello, Jobu Tupaki es la destrucción. El mundo no tiene sentido alguno, la existencia humana es puro azar, casualidad básica, y se puede ser todo en todas partes al mismo tiempo. Pero si todo es posible, entonces nada tiene valor por sí mismo, nada tiene sentido. Es preferible entregarse a la nada, a ser nada, para poder evitar el sufrimiento. 

La existencia de un universo alternativo donde no existe la evolución humana, completamente habitado por rocas, cuya única función es el letargo y la contemplación; la existencia      de otro de piñatas colgadas que se exponen al vaivén del viento y la fractura provocadas por entes desconocidos, son metáforas factibles para esta interpretación. Por su incompetencia, por su sinsentido, Jobu pretende que el mundo sea absorbido por una rosquilla gigante que en su centro contiene al vacío absoluto. 

Sin embargo, aún mantiene la esperanza de que el sentido del mundo se le escape, de que exista algo que lo dote de valor. Es el arquetipo faustiano: desanimado, angustiado, pero expectante de algo ajeno que le vuelva a dar sentido a su vida.

Si tenemos la posibilidad de ver todas las posibilidades de nuestra vida, ¿cuál elegiríamos? La libertad de elegir una vida incide directamente en todas las desdeñadas. La angustia se sublima en esta indecisión. ¿Y si las demás eran más adecuadas? ¿Y si a la larga me arrepentiré?

Como contraparte, está Waymond (Ke Huy Quan), el esposo de Evelyn. Él representa un optimismo que encuentra en el amor la solución a todos sus problemas, un optimismo trascendental que se trasluce en la esperanza del mejoramiento. Tradición karmática positivista: todo estará bien al final. 

Asume que se encuentra en una batalla íntima consigo mismo y que mantener su postura exige un sacrificio extraordinario. Contra todas las pruebas que le ofrece la vida, elige arriesgarse en ofrecer lo mejor de sí, en pensar positivo para así incidir a través del amor en todo aquel que se encuentra a su alrededor. 

Los Waymond tienen un objetivo marcado y se desplazan en función de su cumplimiento. El universo puede no tener sentido alguno, pero sus vidas particulares sí lo tienen. Lo tienen porque se atreven a elegir y son conscientes de esa elección. Y porque asumen su elección como camino a la salvación. 

En el fondo, todo es encontrar la salvación, sea esta personal o colectiva. Cada una implica la otra.

Por su parte, Jobu Tupaki tiene la facultad de ver todos los caminos posibles de la vida, al mismo tiempo y en todas partes. Ella sobrecarga de posibilidades la angustia, la abruma de tal manera que siente que cualquier decisión es un error, que no hay posibilidad alguna de acertar. 

Su angustia es la de la propia libertad, en el sentido kierkegaardiano. La posibilidad de elección y la latente decepción que implica elegir y descartar el resto de las posibilidades es el mismo centro de su decepción para con el mundo. Es esta angustia la que la lleva a ese nihilismo instagrámico. Abre ante sí el espectro de la libertad, de la facultad de elegir. Como diría el filósofo danés: el vértigo de la libertad.

Pero más allá de utilizar al amor fraternal como lugar común que salva a la humanidad y toda esa muela repetida hasta el cansancio, Everything… plantea la necesidad de la elección, y la consecuencia de esta, desde el punto de vista kierkegaardiano. El poder, o la libertad real, está en asumir una decisión, en ser consecuente con ella. Aquí gana preponderancia el personaje de Waymond. No importa si su elección es correcta o no. Es suya y la asume hasta las últimas consecuencias. 

Fernando Pessoa dice en un poema: “No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”. 

Quizás esta pueda ser la síntesis perfecta para describir a Evelyn. Mediocre, frustrada, sin sentirse especial y ya en el punto medio de su vida. Y es todo lo que no fue lo que la vuelve importante, todo lo que dejó de lado, todos los errores, todos los sueños que no llegaron a cumplirse. No es nada, al mismo tiempo que es todo como posibilidad. 

Su viaje transita desde el desconocimiento al nihilismo a la iluminación de la decisión, y la plasma en el último cuarto de película. La matiza con la idea de una fuerza interna, la sangre que corre por sus venas y que la hará elegir siempre a su familia. 

El vértigo está ahí, incluso en el universo rocoso. La elección y sus consecuencias se manifiestan cuando decide avanzar, contra todas posibilidades, hacia su hija, hacia Jobu. 

Y las piedras caen despeñadero abajo.


© Imagen de portada: fotograma de la película ‘Everything Everywhere All at Once’.




Nota: [1] Nombre artístico del dúo de directores conformado por Daniel Kwan y Daniel Scheinert.




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