Las cosas que yo quiero

Yo quiero muchas cosas, como cualquiera, aunque la vida tal vez no alcance para caminar hacia todas. Pero, sobre todo, quiero que el pensar y el decir de unos no se vea amenazado y condicionado por el estado anímico de otros.

Yo quiero que Denis Solís sea procesado de manera justa. No lo conozco, pero quiero que así sea en nombre de las miles de personas que han sido “procesadas” de modo similar en los últimos sesenta años. Me gustaría que grabara, que lo escucharan y que su música llegue hasta donde pueda llegar. Que nadie tenga miedo de escucharlo. Que se tatúe unas flores encima de lo que tiene ahora sobre el pecho y el vientre, porque ya el cambio ocurrió o porque ya está ocurriendo.

Yo quiero que Maykel Osorbo también grabe. Que haga featuring con otros raperos… Con más raperos, quiero decir. Que improvise sobre una jam session. Que no se vista más de preso, porque considere que ya no es necesario. Que también lo escuche quien quiera, y quien no quiera que escuche otra cosa. Yo lo quiero seguir escuchando.

Yo quiero que Luis Manuel Otero haga una exposición personal con sus mejores obras. Si me lo permite, yo lo ayudaría a curarla. Y que la exhiba en Damas 955, en Galería Habana, o donde sea, pero sin que pase lo mismo que pasó con A tarro partido II, de Tomás Esson, a fines de los 80.

Yo quiero que Michel Matos sea el productor del evento más esperanzador de cultura urbana. Que sea en una playa, o en una plaza, pero que sea, y que vengan a presentarse esos artistas que ya no están en Cuba. Y que vengan a disfrutar del evento aquellos que ya no están, sobre todo los que no tienen ganas de volver nunca más, porque Cuba para ellos se terminó.

Yo quiero que Juan Pin Vilar haga un nuevo documental y que compile, en un volumen, entrevistas a los mejores talentos de su generación. O que escriba sobre su vida fuera de Cuba. Y que los libros se presenten en la Feria del Libro de La Habana, y que sean publicados por una editorial independiente.

Yo quiero que Solveig Font cure una exposición en la que puedan estar Tania Bruguera, Luis Manuel Otero, Luis Gómez, Ezequiel Suárez, Ernesto Oroza u otros. Los que ella quiera. Y que no intenten censurarla o negociar que no participen algunos de ellos. A mí me encantaría exponer en esa muestra también.

Yo quiero que Amaury Pacheco comparta un nuevo poemario. Y que tenga palabra escrita, palabra hablada, palabra actuada. Quiero verlo meditando porque estamos fuera de peligro y no porque estamos en peligro. Quiero que su sonrisa tenga que ver más con el amor que con el resentimiento.

Yo quiero que el adjetivo “independiente” no acompañe más al sustantivo “periodismo”. Que haya prensa mala y buena, mal hecha y bien hecha, sensata e insensata. A veces parece que no tenemos prensa, porque estamos en un campo de batalla.

Yo quiero leer lo que se publica en las revistas digitales que más me gustan sin tener que usar VPN. Quiero ver circular en Cuba el nuevo número impreso de Hypermedia Review, tocarlo con mis manos. Y quiero tocar también un número de la revista Arte Cubano sin que me de vergüenza.

Yo quiero que Mijaíl Rodríguez organice una muestra de cine que de verdad estimule a los cineastas, de la generación que sean. Y que la organice donde él quiera, con el equipo que quiera. Que busque a los mejores. Él los conoce.

Yo quiero que José Luis Aparicio emprenda un proyecto inimaginable. Que involucre a mucha gente, sobre todo a sus amigos. Y que otros muchachos estén filmando y editando cosas estimulantes, de manera simultánea.

Yo quiero tener tiempo, ánimo y entusiasmo, para proponerle a Alejandro Alonso hacer un trabajo sobre cine y videoarte, ya que hace muchos años nos conocimos en el Festival de Videoarte de Camagüey. Él ha aprendido mucho desde entonces. Yo también.

Yo quiero hacer los proyectos que tengo con Henry Eric Hernández, sin el alma en vilo. Quiero que hagamos un libro experimental y un viaje por México. Quiero que cocinemos juntos, que nos riamos y que sigamos tratando de mirar a lo esencial sin una sombra en el corazón.

Yo quiero que Gretell Kairús y Juliana Rabelo sigan intercambiando y que se les ocurra lo más extraño del mundo, que seguro será extraordinario. Una sabe meditar, la otra sabe bailar, y ambas saben muy bien lo que quieren. No va a haber fallo. Lo que hay ahora es desencanto.

Yo quiero que Yunior García y Reynier Díaz sigan siendo parte de la transfusión de sangre que necesitan las artes escénicas en el contexto. Quiero que inspiren a los demás. Quiero que los demás tengan ganas de hacer como ellos lo hacen.

Yo quiero que Camila Lobón haga su próximo libro. Quiero que sus dibujos ilustren otros libros. Quiero también que bailemos en una fiesta, hasta que nos duelan los pies, porque logramos que en Cuba se respete ese derecho esencial por el que empieza todo.

Yo quiero que Katherine Bisquet lea sus poemas, y los poemas que le gustan de otros poetas, en unos podcasts que escuchen miles de hispanohablantes y que le den la vuelta al mundo. Quiero también que haga otras cosas que seguro va a hacer bien y me van a conmover.

Yo quiero muchas cosas, muchas más cosas.

Yo quiero saber más de aquellos que no conozco entre los 30 que entramos la noche del 27 de noviembre al Ministerio de Cultura. Quiero saber de ellos a través de lo que piensan y dicen porque lo pueden decir. Quiero que el Estado cubano respete el derecho a que cada cual en esta tierra piense lo que quiera y lo diga como lo quiera decir, porque así es como sabré cosas verdaderas de todos. No solamente de esos 30, también de los más de 500 que estaban afuera esperándonos, y a los que no les pudimos dar una mejor noticia. Así es como sabremos cosas verdaderas de ellos. También de los que no estuvieron.

Yo estuve aquella mañana frente al Ministerio de Cultura y, con el paso de las horas, sucedió lo más democrático que he visto en la isla desde que tengo uso de razón. Voy a hacer todo por seguir viviendo momentos similares. Ojalá se normalicen. Ojalá Cuba deje de ser un cólico en el Universo.

Veremos…




Carlos Lechuga

27N: un antes y un después

Carlos Lechuga

Lo que estaba pasando era algo muy importante, más allá de nuestras diferencias, de nuestras broncas personales; más allá de estar o no de acuerdo con el MSI: todos y todas estábamos allí para decir BASTA. Era una señal clara al gobierno: “No pueden hacer lo que les salga de sus reverendos cojones”.


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