Camilo o el optimismo

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Ante la eternidad del castrismo, Camilo Cienfuegos fue una precarísima carne de cañón. Una carnada. No podía durar ni un año. Una plumita en el viento verde olivo de la violencia. Y, como tal, no duró.

Hoy se sabe sobre el destino trágico de Camilo. La dirección de la Revolución lo “ajustició en nombre del pueblo cubano”, en una finca de la Ciénaga de Zapata. Muy cerca de donde, meses después, se orquestaría el espectáculo inverosímil de Playa Girón.

Más muertos para construir más metáforas. No hay tiranía que no esté hecha de toneladas de tinta sobre el papel.

Asesinaron al cordial Camilo a sangre fría. Desarmado, pero de pie. Le vaciaron varias ráfagas en el vientre y el tiro de gracia se lo dio Raúl Castro, en los testículos.

No lo enterraron. Camilo es un desaparecido que nunca aparecerá. El colador de su cadáver fue incinerado a golpe de mangle y carbón de pantano.

El periódico La Calle del jueves 5 de noviembre de 1959 dio la primicia de su reaparición, sin pedir permiso antes de publicarlo. Así, el milagro de Camilo se hizo realidad histórica por unos instantes. Su reaparición fue confirmada hasta por la Marina Revolucionaria y el Estado Mayor del Ejército Rebelde (todos los implicados morirían antes de ese fin de año).

Esa tardecita gris de noviembre, sin embargo, Camilo Cienfuegos todavía respiraba, junto a sus compañeros de vuelo. Habían visto demasiado. Sabían del avión pintado de camuflaje que les derribó la avioneta en que los tres regresaban a La Habana. A pesar de saberlo, aún repetían que el atentado pudo haberse perpetrado por un avión extranjero. Tal vez, piloteado por un traidor exiliado.

Los recogió un barquito de nombre 10 de Octubre. Y, tan pronto La Calle circuló en la calle, el pueblo salió en masa a festejarlo. La gente quería a Camilo, tan cubanazo. Los cubanos, en cambio, nunca quisimos a los antipáticos Castros.

Así que los Castros tuvieron que ponerse en marcha de inmediato. No les quedaba otra alternativa, si es que querían morir al mando de la Revolución Cubana. Como en efecto murieron, los dos en el mes de noviembre: Fidel en 2016 y Raúl en el 2023.

En 1959, partieron ambos con sus sicarios de mayor confianza hacia la Ciénaga de Zapata, mientras daban órdenes confidenciales de que les llevaran a aquella finca el cuerpo de Camilo Cienfuegos, incluso en contra de la voluntad del barbudo de Lawton (un barrio de La Habana posteriormente adscrito al rebautizado municipio 10 de Octubre).

Camilo siempre fue “Camilo” en el corazón de los cubanos. A los Castros, sin embargo, solo después de este crimen fue que artificialmente se le impuso a la ciudadanía que los llamaran “Raúl” y “Fidel”.

Desaparecieron ese jueves no solo al Héroe de Yaguajay, al obcecado optimista, sino a todos los testigos que cometieron la inocentada de dar testimonio o poner en duda la necesidad de una medida tan drástica: Camilo no podía aparecer.

La utilidad del milagro Camilo demostró ser invaluable para la persistencia de la Revolución Cubana. A partir de entonces, las cartas estaban echadas, aterradoramente abiertas de par en par. Para que nadie se quedara sin leerlas.

Sobrevivir dependía ahora de cómo tú las interpretaras. Mucho antes de la Campaña de Alfabetización, el 100% de nuestro pueblo ya estaba más que alfabetizado.







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13 de agosto

Orlando Luis Pardo Lazo

Fidel encarnaba no solo al soltero que había desposado a la Patria, sino también al monje célibe, al intelectual insomne, y al ciudadano soldado.







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