“¡Suelta al niño, vieja comepinga!” “Espera a que llegue la música, amor”. Algunos incluso gritan ‘bravo’. Me da mucho asco la gente en este pueblo.
El suelo tiene memoria y la sangre tiene un ‘tempo’
Estoy segura de que en mi departamento han matado a alguien.
10 películas sobre la pornografía
La pornografía expone de la manera más explícita y prosaica posible el terror al cuerpo y al sexo, injertado en la médula de la civilización occidental por la religiosidad judeo-cristiana desde hace más de dos milenios.
‘Tatami shots’: una ‘scaletta’
Algo que se expresa por medio del lenguaje pero que el lenguaje no alcanza a configurar: ¿Es esto la literatura?
#notificaciónsinleer de ‘Baby Shower’
Más allá de la reiterada androginia, los prototipos que invitan al ‘Baby Shower’ permanecerán en nosotros como sujetos inclasificables: lucen una máscara colectiva y se resisten al reconocimiento facial.
La vara de tumbar gatos (final)
“No tengo sueño ni hambre. Solo pienso en dos cosas. El niño y otra cosa más”. “Tienes que comer. Yo solo pienso en una cosa”.
‘La señorita Julia’: el teatro de los instintos
La hidalguía, la honradez y un largo etcétera de virtudes nobles se convierten en el lastre de esta mujer que sueña con una libertad únicamente permitida al género masculino.
Ernesto Benítez y ‘La morada de Leviathan’
Una instalación de carácter efímero con decenas de bolsas negras de basura infladas con aire, el cual poco a poco se va perdiendo.
El asistente del senséi
‘Le dimos tremenda muela, pero la puerca vieja esa nos ignoró’. La noche para celebrar había derivado en una conversación tan impredecible como incómoda.
Lo más reciente
Son las cookies, estúpido
¿Pero no cansa ya todo este enredo cubano? Uno está al día, sigue uno leyendo de vez en cuando lo que de allá llega, pero la sensación lostworld sigue ahí tentando nuestra paciencia.
Santiago Torralba: Uno y mil rostros
Si un rasgo alcanza a definir este nuevo hacer de Santiago Torralba, ese es, sin duda alguna, la identidad distorsionada.
Disidir de uno mismo
A Luis Manuel Otero le debemos, cuando menos, dos cosas: la restitución de un diálogo crítico con el poder, y haberle dado nitidez al peor rostro del censor totalitario.