Poe Cid por Poe Cid

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Desde niño leo


la palabra muerte en las monedas. Así he crecido
pagando con la muerte
cobrando con la muerte
y claro
con la patria también
con la palabra patria
muy cerca de la ingle
y la palabra muerte
muy cerca de la patria.
Equilibrio quizás
o desmesura.
Desde niño
enterré en el jardín
una moneda.
No creció arbusto alguno
pero el sol tiene hilos
y yo trepo
llevándome la patria al sol
llevándome la muerte.



Si pudiera alejarte media sangre del fogón


de la escoba telúrica que es tu punto de apoyo
como si fueses un templo apuntalado…
decir: el verde es la quietud: toma un vestido,
un puñado de bombones rellenos de ninguna ideología.
Hoy es sábado, mamá,
prometo he de poner mi alma en diálisis.
En esta caja de papel te traje el agua,
mete los pies.
Es el agua con sus ríos y sus piedras.
Olvidaste bailar, tu música es la triste.
Si pudieras bailar como en tus 15 años,
tú que sufriste cada remo en mis ampollas
los relojes que nunca me anunciaban.
Esta extraña manía de sentarme a escribir
como si fuese útil
es lo peor que soy
y es lo único
que tengo para darte.



Me han llamado mal padre


por construirle a mi hijo una navaja
cuando estuvo preso.
Ardían sus brazos tísicos remando en la clemencia.
Con una hoja de serrucho
construí la navaja.
Como el mar pule los vidrios, esmerilé la punta
un poco más, para que al asomarse
lo protegieran las letras de mis ojos.
Una navaja
del tamaño del dolor que me escondí en la boca.
Hermosa
lúbrica
temible
como una paloma que se va tiñendo
y nadie sabe a cuál cielo pertenece.



A la muchacha más linda de este barrio


por nombre le pusieron: Yuma.
Hay que ver el rostro de la gente cuando Yuma pasa
de dorado las pecas
el pelo
en otro idioma…
Los muchachos comienzan a emplumar
y una fuerza hacia Yuma los empina en el aire.
Los padres se refugian en la adicción al cloro.
Cada vez más pequeños los conjuga esa fiebre.
Debe ser que los dientes les nacen sin pretérito,
debe ser que deliro… siempre busco otras luces
me da cosa mirarla…
pero todo está oscuro
por qué todo está oscuro…
Me he sentado a soñar que sostengo un cigarro.
Ojalá que no pase,
no sé leerle el pelo,
no la veo tan buena pero hoy
no respondo.



Cada vez que encajo la cuchara


la boca abierta de mi padre me pega una mordida,
por eso escojo el plato llano
(soy un púgil del hambre
aunque no salgo ileso ante otras fieras).
Cada grano amarillo del arroz es un soldado de su dentadura
tengo las marcas… será en otro cuaderno
en este digo que mi padre duerme en los portales
que se bebió en strike las puertas de su casa
y ya no sabe entrar por ese túnel,
que se bebió las tejas de su techo
y ahora se acuesta con el cielo sangrándole en los ojos.
Madre es lógica, y santa, ha dicho: antes de traerlo aquí
me buscas un sarcófago
,
lo dejo en los portales.
No poseo un panteón donde enterrarla a ella
ni una casa propia
para que el comején paterno la devore.
Por las noches dejo semiabierta la puerta del taller,
él entra con su gancho,
roba a gusto las cosas que le dejo.
A ratos, falsamente lo sorprendo y lo echo fuera,
es solo una manera de justificar que brote la palabra.
Hoy le dije papá…
siguió en cuclillas,
luego dije su nombre
pero siguió en cuclillas.
Dejé un cigarro encendido en la ventana,
entré a casa, cerré la puerta, le eché ron a los poetas muertos,
me di un trago muy largo
de los que burbujean
como el corazón a veces.



Encima del implante hay demasiado quinto mundo


Uno está pobre de aparatos…
un parche de isla en cada hueso,
el esternón bloqueado en las dos puntas
y los viejos aún vivos sobre el colchón nupcial.
Cuando ambos se mueran dejaremos el catre.
La herencia es esa cama,
las manchas sin nacer.
Muchach@s…
Ya se exilió hasta el chivo.
¿Lo han visto masticar la mejor hierba,
la hierba de estación?
Si lo ven, lo saludan desde mi destemplanza,
le dicen que mastique
que no se me atragante
que pronto tendré cama donde reír decrépito
que estoy mejor que nunca
que estudié algo tremendo
pero perdí los dientes.



Me quedé por Marbelis


y me dejó por uno que se tiñe de amarillo el pelo.
Me quedé por mi hijo y no me habla
me quedé por mi padre y se bebió la vida
me quedé por el parque, por sus cuatro farolas
y no queda ni el busto,
la hierba devoró los bancos,
la oscuridad secó cada yagruma.
Me quedé por respirarle a la ciudad
lo que hoy no existe,
por el perro que se llevó Zoonosis
(le desgarró una pierna a mi abuela acostada en el silencio),
por los amigos que definitivamente
terminaron marchándose.
Ya no sé qué vender para que Madre coma.
Una sola camisa y 16 suicidas contando los botones.
Me he fumado la Biblia.
Quizás debí quedarme tranquilo en el pasaje
y mi hijo me hablara
y mi madre comiera,
pero no habría escrito los poemas que ahora
recitan los muchachos.
Perdóname, pan nuestro que estás en el insomnio.
Perdóname, viejita,
me quedé junto al cuervo que fecunda tu vientre.
Hoy venderé el espejo,
cenaremos sus vidrios dispersos en el níquel.
Perdón, no está el espejo,
ayer nos lo comimos
después que te miraste.



Y no me está alcanzando el Alien


ni la vicaria, coño, ni el amor, madre, a la patria
ni la patria
ni mi madre a pedazos repartida sobre el guiso.
Que no me está alcanzando, que desde la última parada
Lennon comenzó a mirarme como si fuese Lenin
y yo no soy un bolchevique,
no sé ni cómo es tragar en ruso.
El sueño de mi hijo es devorar una lata de leche condensada
y  salgo, con mi dólar al hombro,
porque un mal día le bien hablé a mi hijo de la palabra sueño,
pero les juro por Dios
que no me está alcanzando el guiso de mi madre.
A ratos parto con un suicida a medias sobre el hombro
y soy un suicida con solo un par de medias gastándose en el mundo.
A tientas entro como un mendigo bajo el barro,
toco en la puerta de mi corazón y finjo que estoy naciendo tarde.
Cuando necesité el amor, él me exigió una visa.
Cuando necesité la muerte, ella me dijo que en Bagdad
se estaban cayendo las estrellas. Miles de estrellas
sobre la arena tibia de Bagdad. Que en Corea del Norte
tener un curiel es ofensivo. Qué saben la muerte y el amor
acerca de estas cosas, lejos de esos astros que caen sobre Bagdad.
Les juro por el último trocito del cigarro
que me enciende el suicida mirar como mi madre
ripia la bandera para agrandar el guiso
porque ha llegado la mosca verdeazul de las visitas
y hay una hora
donde hasta los más feroces
tenemos que escondernos.



Había que esconder el corazón de res


la radio casetera, el único TV a color del barrio…
Luego, un amasijo de manos graves buscando doble fondos,
los ojos raudos bajo del colchón de guingas…
El día del último registro
el más azul me regaló una bala
a nadie se la muestres,
él no sabía que la niñez es sorda ante esa frase.
Adrián
le pegó con una piedra.
Adrián tres dedos
Adrián el cíclope, Adrián
ahorcándose después con diecisiete años.
Sus pulgares
llovieron como agujas sobre mis papalotes.
El índice dejó pulsado un timbre que a ratos me despierta.
Los besos de mi primera novia
sabían al cobre del casquillo.
Los senos de la segunda se escachaban
tan fácil como el plomo.
Debí crecer odiándome la infancia
odiando a mi familia
odiando la TV a color,
pero los niños no escogen lo que odian
y lo confieso:
no me cae nada bien la policía.



Incluso sin dinero entraba a los mercados


las tiendas de licores y herramientas.
Pasaba horas en las peleterías
escaleras eléctricas, estantes luminosos,
muchachas detenidas como una estación ante el perfume.
Palpaba los juguetes…
solo tuve aquellos que mis mayores lograban construir:
una chapa danzante de botella, surcada
por dos hilos de pita.
El mundo donde vivo ha crecido demasiado pronto
y  se ha quedado sin tiendas de juguetes.
Este alcohol que me empino lo traen unos reclutas,
según ellos para limpiar fusiles.
La crisis
ha hecho de la ebriedad una manera
de defender la patria.



21 días, no


Con euros, no.
Desde un Cadillac,
no.
Jámate un cable Made in Cuba
y luego conversamos.
Aquí todo comienza a las 5
pero hay que estar desde las 4.
Despiértate a las 3
y no te asustes.
Los desvelados le suben el volumen al amor.
Aquí nombramos pan
al acto de engendrarnos.
Aquí se ama al prójimo en tono de protesta
o se te pudre la ropa sobre el muerto.



Nos hicieron la esperanza por email


cuando no había luz
y les faltó una sílaba.
Nos hicieron la historia sin condón,
una y otra vez
nos hicieron la historia
y la verdad
con la resina del bonsái
y el presente sin polen
para que no volara
y qué flor como venda
si es que sobra arrecife.
Nos hicieron respirar
de la igualdad, un piélago
y logramos ser esto
que ahora se derrumba.





© Fotos: Poe Cid (Jorge García Prieto) .




Sobre el autor:

Poe Cid (Jorge García Prieto) nació en La Habana, Cuba, en 1979. Es poeta, artesano y promotor cultural. Premio de Poesía «Manuel Cofiño» 2007, Premio Nacional de Décima Escrita «Francisco Riverón Hernández» 2017, Premio «Hermanos Loynaz» 2022, Premio de Décima Escrita «Cucalambé» 2023.Tiene publicados los libros Poemas subsidiados (La pereza, USA, 2013) Errático animal (Montecallado, 2018) y El lado sano de la lágrima (Laponia, USA, 2019). Forma parte de varias antologías nacionales e internacionales.






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Om Ulloa

Om Ulloa

Om Ulloa (Cuba). Es autora de ‘plagios’ (2022), ‘glotOnerías y olfAteos (de florEs en cUbículos)’, (2017) y ‘palabrerías aNalfabéticas’ (2016). Forma parte de las antologías de poesía ‘Equívocos. Poetas cubanos de inicios del siglo XXI / Misconceptions. Early 21st Century Cuban Poets’ (2021) y ‘Las piedras clamarán. Poesía cubana contemporánea de temas LGBT+’, (2019).











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